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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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¿Un milagro de Jesús copiado de una tumba de Egipto?

 


Circulan entre los que defienden las teorías mitistas unas cuantas supuestas equivalencias entre uno de los famosos milagros de Jesús y los aparecidos en relieves o textos egipcios. Vamos a ver cuanta verdad o truco hay en esto que tantos copian y pegan sin investigar.

          Todo comienza con la afirmación que aparece en el libro "Jesús 3000 antes de Cristo", cuyos autores, Claude Carcenac y Llogari Pujol, intentan demostrar como los relatos de Jesús se fundamentan en la mitología egipcia. Así, relacionan ciertos relieves encontrados en una tumba de un personaje de la aristocracia egipcia, llamado Paheri, gobernador de la zona de Nekheb con lo que cuentan los evangelios. En su tumba aparecen relieves, como sucede en la mayor parte de las tumbas de personajes importantes, donde se da una descripción de la vida del difunto y en esta ocasión se suceden escenas de la vida en Egipto, las temporadas de cosechas, los diferentes trabajos industriales y de preparación de alimentos y bebidas.

          Lo que se afirma es que entre los diferentes relieves aparece la primera referencia a un milagro que luego fue copiado en la vida de Jesús, la conversión del agua en vino. Según repiten todos los mitistas, se trata de un banquete en el que el Faraón realiza el milagro y todos disfrutan de tal milagro. Apuntan a que el autor de los evangelios copio dicho acontecimiento y lo introdujo en el primer milagro de Jesús, a fin de darle la notoriedad de los dioses de la antigüedad.



          ¿Cuán cierto es esto? ¿Existe realmente la tradición de dicha conversión entre la mitología egipcia? Lo cierto es que podemos responder a ambas preguntas con un rotundo no. Estudiando los diferentes relieves de aquella tumba del siglo XV AC encontramos la respuesta y la intencionada búsqueda de una equivalencia donde no la hay. Decir, en primer lugar que al tratarse de un terrateniente, la suntuosa tumba, en ella se detallan asuntos de su vida que son importantes para su paso a la otra vida, por ello las paredes aparecen con sus relieves y pequeñas tiras con jeroglíficos a los lados de algunas de ellas, donde se daba explicación breve de estas. En estas imágenes se exaltaba su poder y su labor como dirigente, su imagen es engrandada, y como dijimos antes se aprecia la labor que bajo su mando realizaban los pescadores del gran Nilo, los labradores, los artesanos, los cosechadores, se pueden ver escenas de elaboración del pan, desde la recogida del trigo, así como la elaboración de la cerveza mezclando agua con el grano y dejando fermentar en tinajas, así como también la del vino desde la cosecha de las uvas. Siendo esta última la que Pujol interpreta como la milagrosa conversión.

¿Qué se dice de esta escena? En realidad, en las imágenes tan solo se muestra el proceso, y como en las demás, en las explicaciones laterales, además de exaltar al gobernador se da las gracias al gran Osiris, dios de la inundación, y que gracias a esas regulares inundaciones las orillas del Nilo eran tan fértiles, y entre otras cosas se podía producir el fruto de la vid, en la escena entonces aparecen los que cuidaban las vides, después los cosechadores y recogedores de la uva, seguido de los que haciendo uso de la prensa, donde se puede ver a un grupo de hombres pisando el lagar a fin de extraer el fluido que después es guardado en tinajas para su fermentación.



Eso es, ni más ni menos lo que allí aparece, no se ve a ningún faraón, ni a un dios egipcio, ni al propio Paheri como supremo gobernador haciendo ningún milagro. Por supuesto, si lo que se quiere interpretar es que el milagro consiste en la labor de Osiris al producir inundación con agua y que al final el producto tras la siembra, cosecha, prensa, y conservación, resulta en vino, sería así, pero no se puede ver ninguna escritura jeroglífica que explique que tales imágenes hagan referencia a un milagro repentino, sino a un proceso largo, como todas las demás escenas que aparecen relacionadas con la agricultura, en todas ellas se puede agradecer a los dioses, por ayudar al hombre en todo el proceso.  



Algunos insisten en el hecho de que aparezca en los relieves el dios Osiris, es significativo, por cuanto hay una relación de este dios con la llegada de las primeras inundaciones, algunos se atreven a señalar el hecho de que en ocasiones debido a que a veces el agua se vuelve rojiza, (a efectos de sustratos ferrosos a su paso por la zona de Atbara, rica en hierro y que tiñe el agua), eso simboliza la muerte del dios por manos de Seth y que luego volvió a la vida por los conjuros e invocaciones de Neftis e Isis. Pero de allí a que se pueda interpretar que el agua del Nilo se convierta en vino hay un mundo, y aunque indirectamente se pueda señalar por tal agradecimiento a ese dios, nunca se habla de una conversión directa, es decir que de tener agua las vasijas, de repente contuvieran vino.

Cabe mencionar que, por otro lado, la escena del banquete no aparece seguida de la de la recolección de la uva y la elaboración del vino, sino antes. Lo que a continuación aparece, como no puede ser de otra manera, al ser una cámara funeraria, la familia del personajes, los hijos, fruto también de su vida, y posteriormente todo lo relacionado con su funeral.

El relieve, por tanto, lo que intenta explicar es toda la vida, obra y poder que el finado desarrolló durante su vida, la comarca le agradece su contribución a la vida y el desarrollo de la comarca del Nekheb. Las citas religiosas, como en todas las tumbas son comunes, pero nada que quiera representar ningún milagro que luego un escritor del siglo I o del IV descubriera o fuera común en la tradición religiosa de Egipto. La tumba no parece haber sido profanada y los relieves, descubiertos en 1799 estuvieron ocultos de la vista de la gente. Por otro lado, no existe otra referencia a algo parecido a un milagro de conversión agua-vino en la tradición egipcia y esta, como ya vimos no es tal. El contexto del milagro de las bodas de Caná, mencionado en la Biblia, no parece querer demostrar, ni explicar el origen del vino, sencillamente fue un milagro circunstancial, motivado por una necesidad, como todos los milagros atribuidos a Jesús. Nada podemos encontrar que tenga un mínimo de paralelismo entre lo encontrado en aquella tumba del siglo XV AC y el milagro de Jesús. De la misma manera que en la tradición egipcia no encontramos nada que nos habla de un suceso similar al milagro de Jesús, por tanto se trata de un bulo.


El problema de este tipo de bulos y manipulaciones informativos que circulan libremente en redes sociales, en blogs y páginas que buscan desacreditar la biblia a toda costa. Esto se inicia en un libro de un supuesto experto, que lanza la soflama, sin exponer pruebas, después otros copian y pegan, pero tampoco se preocupan por confirmar acudiendo a los textos traducidos, buscando las fuentes, que ahora mismo con los medios que ofrece internet es muy fácil de acceder, sin embargo, nadie lo hace.

 


 

Relación de los esenios del Qumram con el cristianismo

 



Los esenios fueron un grupo escindido del judaísmo a raíz de su ruptura con la línea sacerdotal en tiempos de la revuelta de los macabeos, (siglo II AC). El contexto de su aparición fue el siguiente: Antioco IV rey de un imperio seléucida en decadencia, en una afán por potenciar la helenización de los territorios palestinos de judea, empezó por nombrar sumos sacerdotes a judíos helenizados, instalando gimnasios y baños griegos en Jerusalén y después de saquear las arcas del templo, lo intentó convertir en un templo a Zeus, haciendo colocar estatuas de dioses griegos a los que los judíos helenizados adorarían como si fuera Jehová el de Israel, hasta se sacrificaron cerdos en el altar. Además de eso se prohibieron tradiciones como la circuncisión, el descanso sabático y otras costumbres de la ley, además de proscribir los escritos judíos, hubo mucha destrucción de escritos bíblicos. 


Había grupos como los “Hassidim” o jasideos, un grupo de piadosos que se unió en la lucha a otros grupos como la familia del sacerdote asmoneo Matatías, con sus hijos que se hicieron llamar los macabeos y que se refugiaron en Samaria y desde allí formaron una guerrilla que con el tiempo logró independizar durante un breve periodo a la zona de Judea del yugo seléucida. Otros grupos de judíos piadosos se establecieron en el desierto, con el fin de proteger los escritos que Antioco pretendía destruir. Estos últimos mantuvieron su actitud meramente religiosa y pacífica que había identificado a los Hassidim por años y tras la destitución del sacerdote Eliakim, último de la línea de Sadoc decidieron no volver a Jerusalén. Eliakim fue sustituido, por orden de Jonatán Macabeo en el año 150 cambiado por un sacerdote asmoneo y esa línea continuo durante los siguiente años. 

 Ese y otros hechos produjeron desasosiego en los jasideos refugiados en el desierto, que se consideraban custodios de las tradiciones. Por eso decidieron desligarse y permanecer en su exilio voluntario en la zona del Mar muerto y proteger los escritos ancestrales en las cuevas del Qumram, allí pemanecieron resguardados en vasijas de barro hasta su descubrimiento en 1947. En su momento ese grupo rechazó volver al templo por considerarlo contaminado y por negarse a aceptar la línea de sacerdotes instauradas por los macabeos. Con el tiempo estos fueron conocidos por su nombre en arameo, hasé (piadosos). Aunque algunos opinan que el nombre proviene del hebreo “Asaim” que significa “hacedores” ya que ellos se consideraban, hacedores de la palabra. 

Se cree que siguieron a cierto líder llamado “Maestro de la justicia”, aunque según algunos expertos puede ser también que este Maestro fuese más bien al que esperaban, ya que nunca se menciona su nombre y en ocasiones se le menciona como atemporal. En cualquier caso, un buen número de ellos se mantuvo en el desierto, para según lo que ellos definieron como la preparación del camino del señor, tomando como suyas las palabras del profeta Malaquías: He aquí, envío a mi mensajero y el despejará el camino delante de mí. Y, de repente, vendrá a su templo el señor verdadero a quien vosotros buscaias. ¡Mirad! De seguro vendrá, dice Jegová de los ejércitos… él será como fuergo purificador y jabón de los lavanderos. (Mal 3:1,2) Esperaban que Dios limpiara y purificara el templo y en muchos de sus textos hacían referencia a las medidas del templo y su purificación. 

También para referirse a ellos mismos, utilizaban términos como, “comunidad de los santos”, “asamblea de los numerosos” o “congregación de los pobres”.  Tuvieron en común con los saduceos el rechazo a la línea de sacerdotes asmoneos instaurado por Jonatán Macabeo, pues entendían que debía seguir la línea de Sadoc, sin embargo los esenios no volvieron al templo, ni siquiera cuando se escogió un Sumo sacerdote saduceo, supuestamente descendiente de la línea de Sadoc, pues nada tenían en común, aparte de eso con los saduceos. Se cree que como grupo religioso desaparecieron alrededor del año 70, coincidiendo con la destrucción de Jerusalén y la implantación de la primera diáspora. 

Hasta antes de mediados del siglo XX sabíamos algo de los esenios por las menciones que de estos hicieron Filón de Alejandría, Plinio el viejo y Flavio Josefo. Es curioso que en la Biblia no se mencionasen, siendo que hubo momentos de coincidencia existencial con el cristianismo. Aunque es posible que si para el siglo I de haber existido una comunidad esenia en los alrededores o en las afueras de Jerusalén, tuvieron que tener contacto con los primeros cristianos, pero los escritores cristianos tampoco hacen mención de estos. Si se habla de varios grupos o partidos judíos como los Fariseos, los saduceos y se habla a menudo de los escribas, estos últimos garantes de copiar y enseñar las escrituras al pueblo. Si los esenios, por lo que vemos se esmeraban por cuidar de los escritos y de copiar y estudiar las escrituras ¿serían los escribas a los que Jesús criticó a menudo?  -No parece que los fueran, más bien estos se relacionaban con los fariseos que también componían una escuela de pensamiento judía en Israel del siglo I, previo a la aparición del término “rabinos”, sin embargo, un escriba podía ser fariseo o ser saduceo por pertenecer a familias sacerdotales. Existe más relación de los esenios con el movimiento fariseo, en parte por tener ambos grupos un origen común, los jasideos. En este caso, los fariseos fueron la parte que luchó junto a los macabeos contra la influencia griega, pero para el siglo I la distancia entre ellos era notable. 

Así, hay un halo de misterio sobre la convivencia de los esenios en tiempos de Jesús y su relación con estos. Pero desde que en 1947 se descubrieran los manuscritos del Qmram, se sabe mucho más sobre este grupo de eremitas que fueron los responsables del cuidado de esa numerosa colección de escritos bíblicos y parabiblicos. Gracias a ese descubrimiento se pudieron conocer las reglas de la comunidad y algunos de sus textos escatológicos y de estudios bíblicos propios. Filón afirmaba que en su tiempo (siglo I) aún formaban una comunidad de unos 4000 miembros, que habitaban en aldeas pequeñas y en zonas alejadas de las grandes ciudades, aunque se sabe que en Jerusalén había una especie de barrio esenio a las afueras de la ciudad. Tanto Filón como Josefo nos cuentan que vivían en comunidades cerradas, todo cuanto poseían lo tenían en común, es decir renegaban a las posesiones materiales. Afirma Filón lo siguiente sobre ellos: Nadie podría encontrar otras gentes entre las que estuviera más arraigada la práctica de compartir el mismo techo, los mismos vestidos o la misma mesa. (…) Viven en el mismo lugar, distribuidos en decenas, centenas y millares y pasan la vida ocupados en todo lo relativo al beneficio común. (Hypottetica defensa de los judíos – Filón)

Según cuenta Josefo, estudiaban métodos de curación, buscando las virtudes ocultas de las plantas y minerales. Era un hecho conocido que los esenios practicaban rituales de curación y sanación, tanto es así que algunos piensan que su nombre deriva de la expresión siriaca “Asaya”, relacionada con el ejercicio de la medicina, aunque no parece que fuera esa su principal propósito en la vida. Tenían prohibido jurar, una vez aceptaban su voto o juramento de iniciación, el cual envolvía un riguroso y exhaustivo estudio de las escrituras y el entendimiento de las profecías. Solían practicar una serie de bautismos de purificación, que llevaban a cabo de manera rutinaria varias veces a la semana. Castigaban a quienes infringían sus normas o leyes, expulsando a estos fuera de la comunidad, si bien en ocasiones aceptaban una vuelta del arrepentido.

La relación que algunos intentan hallar entre el cristianismo y los esenios proviene de la labor desempeñada por Juan el Bautista. Algunos opinan que el cristianismo fue una escisión del movimiento iniciado por Juan el bautista, sobre todo porque el mismo Jesús fue bautizado por Juan en el rio Jordán, en el año 29EC. Y los primeros discípulos de Jesús habían sido antes discípulos de Juan. En el evangelio de Lucas se recoge que Juan era una especie de profeta que recibió inspiración en el desierto y empezó a predicar el sólo a las multitudes, con un mensaje entre apocalíptico y de denuncia, lo cual atrajo la atención de muchos. 



Además ven en la labor de Juan la misma dirección de los esenios que esperaban a un Maestro de justicia. El caso es que el propio Juan, rechazó ser el Mesias, ni un profeta, reconoce que el vino a preparar el camino a este y se llamó a sí mismo, como la voz que clama en el desierto”. También animó a sus seguidores a vivir una vida sencilla, les dijo: “El que tenga dos prendas de vestir, que comparta con el que no tiene, y el que tiene algo de comer, que haga lo mismo” (Lucas 3:10-14). Visto así parecía animar a llevar una vida similar a la de los esenios. Aunque, cabe señalar que desde un primer momento animó a sus seguidores a seguir al que venía detrás, que era más poderoso que él. Juan, habiendo iniciado su labor tan solo unos meses antes, cuando Jesús inicio su obra, ya había conseguido que algunos familiares, amigos y conocidos le siguieran y tuviesen una base ideológica que les hiciera acercarse al maestro que venía. La similitud del mensaje sobre una restauración, un juicio final, un mesías que liberaría a su pueblo, estaba en los esenios. También estos hicieron referencia a un hijo del altísimo y del Reino de Dios, que esperaban restauraría el Reino de Israel para todos los pueblos. Claro que algunas ideas esenias eran compartidas por el judaísmo en general, pero muchos quieren relacionar a estos con los cristianos sobre todo por algunos términos utilizados, ejemplos y enseñanzas que los cristianos compartieron en común con estos. 

Por ejemplo, los esenios hablaron de los hijos de la luz y los de la oscuridad, en la carta a los Efesios se insta a los cristianos a ser como hijos de la luz. Hablaron mucho sobre la nueva Jerusalén, así como los cristianos también consideraron de manera simbólica que algunos formarían parte de una nueva Jerusalén. Los esenios ensalzaron la figura de Melquisedeq, entendían que un Mesias vendría como rey y guerrero, otro como profeta y otro como sacerdote, los cristianos compararon a Melquisedeq con Jesús, al ser este profeta, rey y sacerdote, en una sola persona. Los esenios formaban comunidades en los desiertos, Juan y Jesús iniciaron su andadura en el desierto, como ritual de iniciación y meditación. Los esenios tenían un consejo de 12 ancianos que los dirigían, Jesús escogió a 12 apóstoles de confianza para dirigir a sus seguidores. Hasta los treinta años no podían actuar como jueces, maestros o ser jefes militares, el servicio, tanto de Juan, como el de Jesús lo iniciaron con treinta años.  Los cristianos citaron de las profecías de Enoc, los esenios guardaron el libro de Enoc entre sus escritos. También esperaban a una especie de Elias o enviado que vendría antes que la tierra fuese juzgada y que prepararía el camino al Mesias. Jesús identificó a Juan el bautista con ese Elias anunciado por el profeta Malaquías (Mateo17:11-13). Hablaron los esenios sobre un fin del mundo en el que el llamado hijo de Dios tendría un papel preponderante, Jesús también habló sobre un fin del mundo, los esenios tenían un libro titulado: “La guerra entre los hijos de la luz y los de las tinieblas” y los cristianos en el Apocalipsis profundizan en este Armagedón o guerra de Dios contra las naciones y dando poder a Jesus, (el hijo del hombre) y con 144.000 justos en los tiempos finales. Jesús habló de una parousía o segunda venida al final de los tiempos. 

Sin embargo, hasta allí acaban las coincidencias, pues a menudo Jesús criticó y repudió ciertas costumbres esenias, e incumplió rituales de estos, como tocar muertos, el rechazo a los lisiados, ciegos, sordos, inválidos, más bien se acercó a ellos y los curó o resucitó. El mesías esperado por los esenios era un hombre normal, tocado con el poder de Dios, pero que ejercería su labor como humano y liberaría al pueblo con guerra. Los cristianos entendieron que el mesías provenía del cielo, hecho hombre, pero de origen espiritual, divino, al provenir del padre. Los esenios se negaban asistir al templo de Jerusalén por considerarlo impuro y contaminado, mientras que Jesús estuvo y entró en varias ocasiones. Tampoco encontramos relación en los baños ceremoniales esenios que celebraban al menos tres días  a la semana, que nada tenían que ver con el bautismo, ni el que Juan impartió que era como demostración de arrepentimiento, ni con el de Jesús que fue para una especie de iniciación a su labor, o el que animó a hacer a sus seguidores que tenía el sentido de conversión y dedicación a Dios. El rechazo del cristianismo al uso de las armas y de la violencia, que enseñó Jesús, contrasta con la de los esenios postreros que si tomaron parte en las luchas y la defensa militar frente a los romanos, lo que propició su desaparición total. Es posible que algunas influencias posteriores del gnosticismo judío, tomaran prestadas cosas del esenismo y se filtraran en el cristianismo de finales del siglo I, pero no se puede decir que Jesús o Juan el bautista fueran miembros iniciados de ese grupo eremita, ni que los cristianos provinieran de una escisión esenia.

Algo que si pudo haber sucedido es lo que algunos investigadores señalan, que muy posiblemente un nutrido grupo de esenios se convirtiera al cristianismo cuando este se propagó, ya que el mensaje era similar y rompía con el judaísmo oficial que los esenios también rechazaban. Pero había algo que chocaba con sus costumbres bien arraigadas, el sábado y la circuncisión. En algunos aspectos como la aplicación del descanso sabático eran más fariseos que los propios fariseos, pues rechazaban hasta salvar la vida de una cabra que cayera en un hoyo en sábado, extremo al que no llegaban los fariseos. El cristianismo pronto se distanció de la aplicación estricta de la ley, el sábado se consideró más simbólico que práctico, la circuncisión quedó relegada como obligación al menos para los conversos gentiles. Claro que sabemos que desde mediados de siglo, las discusiones por estas causas fueron constantes y surgieron los judaizantes, los ebionitas, elkesaitas y otras ramas cristianas que negaron el origen divino de Jesús, prescribieron la circuncisión, el descanso sabático y otros rituales judíos a los conversos y contra estos, el apóstol Pablo lideró, con permiso de la sede de los apóstoles, desde el sínodo del año 49, una lucha argumental abierta contra estas tendencias juadizantes, que es muy posible que provinieran de las conversiones de fariseos y esenios.  




¿Qué fue de los apóstoles tras la desaparición de Jesús?

 



En los primeros momentos quedó claro que los apóstoles debían continuar la labor que su maestro les encomendó, sobre todo sabiendo que el cristianismo tenía el propósito de llegar hasta la parte más distante de la tierra. La manera de elegir apóstoles para formar parte del cuerpo dirigente de la congregación o sede apostólica, era un tanto peculiar, por cuanto se dice que echaron a suerte la selección. Aquello, sin embargo fue de la manera más teocrática posible, pues se tuvo en cuenta la experiencia y la antigüedad de los miembros a elegir y efectuaban la elección final bajo oración. No obstante, el ancestral método de las suertes mostraba lo rudimentario que aún era el cristianismo naciente. No se dice durante cuánto tiempo siguieron ese método, aunque la expresión griega klerós, (echar a suerte, heredar), siguió representando la idea de nombramiento sagrado. Más tarde, las cualidades observables en los miembros determinaría ciertos nombramientos, utilizando términos apropiados como epíscopo, (el que vigila, guarda o tutela), presbítero, (anciano, venerable) o diácono, (ministro, servidor, que sirve a través del polvo), (Hechos 6:3-6; 1Timoteo 2:1-5).

Los mismos apóstoles eran enviados a diferentes lugares a fin de supervisar el trabajo que se estaba realizando y de bendecir de alguna manera dicha labor. Eso se desprende de la ocasión en la que se despachó a Pedro para verificar la primera conversión de cristianos samaritanos, o la de los primeros gentiles. Se menciona que Pedro anduvo recorriendo todos los lugares de asia menor, incluso se le sitúa en Corinto, Antioquía y sobre todo en la zona oriental del imperio. Según algunas tradiciones algunos misioneros fueron enviados a otras partes más lejanas, como a Etiopía en África y a Europa. Además se nombraron ministros itinerantes, de hecho, existen tradiciones que señalan a algunos de ellos como apóstoles, entre estos destacan Bernabé o Pablo, pero la base o sede de los apóstoles se mantuvo un tiempo en Jerusalén, se menciona en el libro de los Hechos que los apóstoles permanecieron más tiempo en la ciudad, incluso en los momentos de más dura persecución, cuando la mayoría fueron esparcidos. Aún en el capítulo 21 de Hechos se registra una reunión de algunos representantes de la sede de los apóstoles dándole instrucciones a Pablo, lo cual indica quien ostentaba la autoridad en la iglesia.

Si bien hay cierta confusión en las tradiciones cristianas de siglos postreros en cuanto a los discípulos que se convirtieron en misioneros y viajantes y los apóstoles, sobre todo por la similitud de algunos nombres. En primer lugar, decir que los apóstoles separaron sus funciones de las de los demás ministros, sobre todo de los que fueron viajantes, o misioneros evangelizadores. Es cierto que los apóstoles también viajaban, pero por lo general lo hacían a los lugares donde ya se habían establecido conversos o formado congregaciones, no antes. Según la tradición Pedro, junto con Juan y posteriormente el hermano de Jesús, Santiago, fueron quienes lideraron o fueron considerados las columnas de la iglesia, que al principio tuvo su base en Jerusalén o al menos en la zona de Judea. Veamos lo que se sabe de alguno de los apóstoles:


Tenemos a Andrés, hermano de Pedro, fue uno de los primeros discípulos de Jesús, si no el primero, fue quien presentó a Pedro al maestro. Andrés había sido discipulo de Juan el Bautista y se unió a Jesús cuando este los invitó a ello. Según escribió Orígenes, un mestro cristiano del siglo III, Andrés a partir del año 38 predicó a los escitas, también se le sitúa en Tracia, en el Mar negro, Rumanía y otros lugares, y se dice que fue martirizado en en un viaje a Acaya, donde murió en un madero cruzado en forma de X.

En cuanto a Pedro, como antes indicamos, pasó gran parte de su tiempo en Jerusalén, la primera sede de los apóstoles, luego en Antioquía y en sus últimos momentos en Babilonia. Desde ese lugar escribió su primera carta y mantuvo cerca a Silvano y a Marcos, como secretarios. En cuanto a si Pedro estuvo en Roma, es una tradición católica, lo cierto es que no hay mención de ello en el libro de los Hechos. Dudo de ello, pues así como Pablo fue nombrado principal ministro del mensaje a los gentiles o pueblos incircuncisos a Pedro se le mencionó como mensajero para los judíos o circuncisos (Carta de Pablo a los Gálatas 2:7). Recordemos que los judíos fueron expulsados de Roma durante el periodo del emperador Claudio, por ello difícilmente Pedro iba a hacer algo allí, si su labor principal fue reconfortar a los cristianos judios, al menos no se reconoce que haya tenido una estancia allí de manera permanente. El apóstol Pablo escribió a los cristianos de Roma y no mencionó a Pedro entre los muchos a los que mandó saludos, lo cual habría hecho de estar él allí. Tampoco se puede esperar que Pedro estuviese más tarde en Roma, por el hecho de que Pablo menciona que Marcos estaba con él cuando escribió en el año 61 desde allí, pero luego en el año 65 de nuevo solicita que Marcos se reuniría con él en Roma. Todo esto encaja con el tiempo en el que Pedro redacta sus cartas en las que menciona que estaba Marcos con él (año 64EC), ayudándole en la labor de traducir y escribir junto con Silvano, y  se afirma que estaba en Babilonia, aunque algunos sostienen que era una referencia camuflada a la ciudad de Roma, pero lo cierto es que el lenguaje utilizado en esa carta no indica que hubiese razones para utilizar expresiones codificadas, pues menciona otras zonas de Asia menor sin misterio alguno. (Col 4:10; 2Tim 4:11; 1 Ped 5:13). Algo que contradice estas conjeturas, son el hecho de que de haber estado Pedro en Roma, hubiese visitado a Pablo en la prisión, como lo hicieron Timoteo, Marcos y otros. Aunque es verdad que Ireneo de Lyon, escritor del siglo II, en su obra “Adversus Aeresus” menciona que la iglesia en Roma fue fundada por Pedro y Pablo, eso no significa que Pedro haya establecido su base allí, puede que se refiera a que fue el primero en dar testimonio a los romanos, en el año 33EC cuando muchos judíos y prosélitos de Roma se encontraban en Jerusalén y Pedro dio un memorable discurso con una posterior oleada de conversiones y bautismo después, y posiblemente estos formasen la primera congregación cristiana en Roma.

Pedro predicó en el este, pero no en el Oeste, según reconoce Clemente de Roma, escritor cristiano de principios del siglo II, el cual tampoco dice nada que indicara que Pedro hubiese tenido su sede allí. Fue el historiador Eusebio quien tal vez por una interpretación interesada de palabras de Clemente de Alejandría y de Ignacio de Antioquía, situó a Pedro en sus últimos años en Roma. Pero no hay prueba, ni en los escritos cristianos, ni en los primeros maestros de los siglos II y III de ese hecho. No se desprende de la lectura del libro de los Hechos de Apóstoles que Pedro tuviese una posición privilegiada o encumbrada, ni que ostentara algún título especial, aunque si actuó de vocero en los inicios. En el año 44 se dio muerte al apóstol Santiago, el hermano de Juan, Pedro fue encarcelado, aunque liberado poco después. En el 49EC en un concilio celebrado en Jerusalén por motivo de la circuncisión y otros asuntos, se destaca a Pedro como miembro destacado, pero no el que más. Pablo, años después, alrededor del 52 lo menciona como una de las columnas de la iglesia. Tampoco se puede probar que existiese una división entre el cristianismo de Pedro y el de Pablo. Pablo fue a Jerusalén en varias ocasiones para consultar con los apóstoles, entrevistándose con Pedro y Santiago, reconoció la labor misionera de Pedro en oriente y Pedro hace mención de Pablo en su segunda carta, alrededor del año 64, cuando aquel estaba en Roma encarcelado o ya había muerto y no lo hace de manera negativa, si no como apreciando y animando a los demás a prestar atención a lo escrito en sus cartas, como prueba de unidad entre ambos. También prueba esto que posiblemente sobrevivió años después de Pablo. No queda clara la muerte de Pedro, algunos escritores cristianos mencionan que fue muerte en martirio por causa de las persecuciones de Nerón, si fue en trabajos forzados o muerte en un madero invertido, como señalan algunas tradiciones.

Luego tenemos a Santiago el mayor, hermano de Juan, de gran carácter, Jesús le llamó hijo del trueno, por su gran ímpetu. Tenía aspiraciones de liderar el cristianismo o al menos junto a su hermano Juan tener una posición privilegiada, aunque tuvo que ser corregido en alguna ocasión por su maestro. El caso es que este fue el primero de los apóstoles en desaparecer, pues en el año 44 fue ejecutado por orden a Herodes Agripa, siendo decapitado, apenas una década después de fundarse el cristianismo y sin haber salido de la sede de los Apóstoles. Por ello, no se debe confundir a este Santiago, con el que Pablo menciona como las columnas, ni con aquel que liderara el primer concilio en Jerusalén en el 49, pues ambos hechos ocurrieron años después de la muerte de Santiago Zebedeo, ni tampoco fue el escritor de la carta de Santiago, ya que Judas, el otro escritor de un carta con su nombre lo menciona como su hermano. Pedro fue encarcelado tras su muerte, sin embargo, él mismo pidió que se informara a Santiago, señalando a otro miembro prominente llamado con ese mismo nombre (Alfeo o el hermano de Judas). La tradición medieval nos cuenta que Santiago fue el apóstol enterrado en Compostela, pero dudamos mucho que en menos de diez años pudiera darle tiempo a viajar a España, hasta el Finisterre, predicara allí y luego volviera a Palestina para morir a manos de Herodes. Por otro lado, los territorios celtas de la zona de Galicia, no fueron oficialmente romanos hasta el año 74EC, antes de eso era un territorio donde difícilmente un barco civil o de mercancías se pudiese acercar y menos embarcar en alguno de sus puertos, si es que los hubiese.

Juan Zebedeo, hermano de Santiago el mayor, e hijo de Salomé, hermana de María, era por tanto, como el Santiago Zebedeo, primo de Jesús por parte de madre y por parte de padre tuvo contactos familiares en el sanedrín, lo cual le pudo favorecer en cuanto a salvar la vida en los primeros momentos de persecución en Jerusalén. Por otro lado, fue el apóstol más longevo, se le menciona como las columnas y aunque no fuese tan viajero pero si fue utilizado para supervisar el progreso del movimiento cristiano en sus primeros avances. Se sabe que en sus últimos años, debido a la persecución de Domiciano alrededor del año 96 fue exiliado a Patmos, desde donde escribió el Apocalipsis. Más tarde, ya en Éfeso, escribió su evangelio, del cual no hay duda sobre su autoría, por detalles que solo un testigo ocular podía señalar. En cuanto a las tres cartas atribuidas a él, de la primera no hay duda, las últimas dos, quizás las escribiera en una época o situación más delicada y utilizó nombres en clave. Papías en el siglo II, hace mención de Juan, cuando lo menciona como el anciano Juan, usando el mismo título que él utilizó en sus cartas y citando del Apocalipsis.

Simón el Zelote (entusiasta), también llamado el cananita, por su procedencia Caná, donde Jesús ejecutó su primer milagro. Fue otro apóstol del que apenas se ha sabido nada, ni durante el tiempo que estuvo con Jesús, ni después. Por supuesto, el apodo Zelote, tuvo que ver con su actitud y pasión religiosa por la ley, no es que perteneciera a ese grupo violento que buscaba la independencia del yugo romano, aunque él, tal como otros de los apóstoles y Judas, guardaban esperanza de que el Mesías vendría a liberarlos de ese yugo y no entendieron del todo por qué murió, es posible que lo consideraran en cierto modo un fracaso. La resurrección le infundió a los que permanecieron fieles, una nueva esperanza Es posible que Simón, que permaneció fiel y unido a los demás apóstoles, estuviese detrás de la pregunta a Jesús resucitado: ¿Vas a restaurar el reino de Israel en este tiempo? La respuesta que el maestro les dio les pareció suficiente para continuar en el propósito marcado y así Simón fue parte activa en la sede de los apóstoles. Es posible que no haya sido muy viajante y muriera en Jerusalén

Felipe, es otro de los primeros discípulos en seguir a Jesús tras la llamada, amigo personal de Natanael (Bartolomé). Es muy posible que Felipe conociera a Jesús antes de convertirse en maestro o profeta, pues conocía bien a su familia y procedencia. Curioso es que su nombre fuera griego, aunque no tenía procedencia helena. De carácter apacible y tímido, fue menos activo en cuanto a viajes que los demás. No se debe confundir con otro Felipe al que se conoce como el evangelizador. Es posible que su labor tuviese que ver con la salvaguarda y la investigación teológica, al igual que Simón, pues hasta algunos gnosticos lo consideraban como depositario de la revelación divina, y hasta circuló un evangelio apócrifo que lleva su nombre, por supuesto no escrito por él. La base de esas afirmaciones provienen del la frase que soltó Felipe, tras una conversación con Jesús con sus apóstoles sobre el camino a seguir cuando el no estuviese, cuando los demás preguntaban por el camino a seguir, Felipe se limitó a decir: Señor, muéstranos al padre y con eso nos basta. Jesús entonces le contestó: Felipe, ¿todavía no me conoces? El que me ha visto a mi ha visto al padre ¿Cómo es que me dices “muéstranos al padre”?  La pregunta llevaba implícita, no una visión de Dios, si no que les ayudara a entender a Dios. En un supuesto evangelio atribuido a Felipe, claramente manipulado por el gnosticismo, se salva una especie de discurso que supuestamente pronunció Felipe, donde ilustraba que un carpintero como Jesús sembró el árbol donde fue después colgado, pero que tras eso se convierte en el árbol de la vida, indicando una gran profundidad teológica. No se sabe más sobre él. Eusebio de Cesarea, historiador del siglo IV, lo sitúa como evangelizador en Frigia y que murió en Hierapolis.

Bartolomé, cuyo primer nombre fue Natanael, es posible que precediera de familia noble, su nombre segundo significa hijo de Tolmai. Era conocedor de las escrituras y por ello se sorprendió de que de una aldea insignificante como Nazaret, surgiera un profeta, se sorprendió de aquel primer encuentro con Jesús, al adivinar su procedencia. De inmediato, Natanael concluyó que aquel debía ser el hijo de Dios anunciado, el Rey de Israel (Juan 1:49-51). Tras la muerte de Jesús continuó con su labor en la sede de los apóstoles, pero desarrollando un trabajo interno dentro del grupo, al igual que Simón, Felipe y otros. Aunque algunas tradiciones tardías lo situaran en Armenia y Frigia, no hay pruebas que indiquen que estuviera allí.



Tomás Didimo o el Gemelo, he aquí un apóstol que pasó a la historia por incrédulo o por dudar de la resurrección de su maestro. Sin embargo, no era esa su principal cualidad, era como Santiago o Pedro, impetuoso al epxresar sus sentimientos o dudas. Directo en expresar lo que creía o no. Así preguntó en alguna ocasión al maestro cuando este habló de su destino: Señor, no sabemos a dónde vas ¿cómo sabemos el camino? Pero también en expresar su determinación en morir junto a él, como cuando Jesús habló de volver a Judea, donde ya lo había intentado matar, y Tomás dijo: “Vamos nosotros también, para que muramos con él” (Juan 11:16). Tras la muerte de Jesús, se apartó un tiempo del grupo, por ello no fue testigo de su resurrección en los primeros instantes. De ahí las dudas que ocho días después se disiparon al ver y tocar al resucitado. Posteriormente su labor principal bien pudo estar relacionada con la recopilación de los dichos de Jesús. Si bien hay dudas con respecto a la autoría, entre los textos de Nag Hammadi se encontró una copia completa del evangelio de Tomás, es muy posible que fuera una copia manipulada de un texto que realmente circulaba entre los cristianos de dichos, pues es lo que se puede leer en este evangelio aprocrifo, frases atribuidas a Jesús, que también aparecen ordenadas en los sinópticos y en Juan. Es muy posible que este tipo de archivos, en forma de notas de dichos y hechos fueran las bases sobre las que más adelante se elaboraron de manera más completa los evangelios. De nuevo la leyenda sitúa años después a Tomás en Partia, Media, incluso más al oriente, de hecho en la India existe un monte conocido como Monte de Santo Tomás, donde supuestamente fue martirizado, pero de nuevo, no quedó registro de tales hazañas. 

Mateo, también llamado Leví, hijo de Alfeo, natural de Capernaum, era uno de los más cultivados de los apóstoles, pues al dedicarse al trabajo de recaudar impuestos requería saber leer y escribir, además de saber llevar las cuentas. Cuando fue escogido como apóstol por Jesús lo celebró con una gran comida en su casa, donde compartieron con Jesús y otros apóstoles, muchos compañeros de Mateo, del gremio de los recaudadores de impuestos, algo criticado por fariseos y otros judíos que despreciaban a quienes realizaban esa labor, por considerarlos pecadores impenitentes al ser colaboradores con el imperio romano. Sabía arameo y griego el lenguaje de comunicación común internacional de aquel tiempo. Algunos afirman que tras la resurrección de Jesús y la formación de un cuerpo gobernante de la iglesia que recaía en la sede de los apóstoles, Mateo fue integrante de la parte redactora del mismo. Según insinuó Papías de Hierapolis, Mateo compiló los dichos de Jesús en lenguaje hebreo. Las pruebas grafológicas no señalan una traducción, pero si que los evangelios de Mateo y Lucas se recopilaron en base a un boceto anterior, (lo que algunos conocen como manuscrito Q) y luego lo copió y completó en griego. Como ya hemos explicado anteriormente esta supuesta copia en hebreo del boceto o protoevangleio de Mateo, junto con otros manuscritos sirvió de base a los demás. Según notas que aparecieron en algunas copias del manuscrito del evangelio de Mateo, señalan que fue escrito 8 años después de la ascensión de Cristo. También se ha encontrado el códice p64 conocido como códice Magdalena que contiene el capítulo 26 de Mateo, al compararlo grafológicamente con otros documentos fechados en el año 66EC, se concluye que posiblemente dichos fragmentos sean tan antiguos como esa fecha. Lo cual indica que Mateo quizás fuera de los primeros en poner por escrito el evangelio, tal como los historiadores cristianos y los maestros del siglo II consideraron a Mateo como el primero en completarlo, aunque los eruditos suelen atribuir ese mérito a Marcos por ser más sencillo grafológicamente. En cualquier caso, no hay duda de la atribución y el trabajo de Mateo, como testigo ocular, pues menciona asuntos que para su época eran conocidos (Mat 27:8; 28:15). Como también la ausencia de otros detalles que desconocía pues no habían ocurrido a mediados de siglo. Algunas tradiciones sitúan a Mateo años después en Etiopía, pero quizás de acuerdo con Epifanio de Salaminas habría sido más bien Matías, el sustituto de Judas Iscariote como apóstol, quien acabara sus días en aquella zona.

Santiago Alfeo, aunque tiene el mismo nombre de padre que Mateo, Alfeo no era su hermano, otros evangelios mencionan que su padre se llamaba Clopas y su madre María, pero no se debe confundir como algunos hacen emparentandole con Judas Tadeo. En primer lugar, porque  en ese caso tendríamos que emparentar a este Santiago con el medio hermano de Jesús, cuyos hermanos fueron Santiago, Simón, José y Judas. Sin embargo, cuando se habla de la familia de este Santiago (Alfeo o hijo de Clopas) llamado el menor, se le diferencia claramente de los hermanos de Jesús, pues se dice que durante el tormento de Jesús se encontraba Maria la madre de Jesús, con otras mujeres, entre ellas Salomé y otra Maria, la madre de Santiago el menor y de Josés. (Marcos 15:40). Eso también descarta que fuera hermano del otro apóstol llamado Judas y que por tanto ese Judas tampoco fuese quien escribió la carta con su nombre, donde menciona a un tal Santiago como su hermano. En definitiva, Santiago el menor, fue conocido así para diferenciarlo del otro apóstol Santiago Zebedeo quien probablemente era más alto de estatura o mayor en edad que él. Se descarta por tanto que este Santiago sea el que algunos escritores cristianos mencionan como Santiago el justo, el escritor de la carta de Santiago y que se reconoce como medio hermano de Jesús, pues como ya vimos solo se le menciona a un hermano suyo, Joses.

Judas Tadeo, conocido coomo Ledeo, Tadeo, o como hijo de Santiago. La confusión con respecto a su identidad proviene de la traducción que algunas biblias hacen el término hermano o hijo de. Puesto que en ocasiones el griego no distingue bien el parentesco y de manera literal el evangelio dice: Judas “el de Santiago”. Esto bien puede hacer referencia a un pariente conocido como a su padre. El contexto debe pesar más a la hora de interpretar lo que dice. En este caso, lo más natural es que se refiera a que era hijo de, por pertenecía, pues en Lucas 6:14-16 que es donde aparece esta cita al hablar de la lista de apóstoles, cuando se refiere a hermanos, lo indica claramente en el caso de Pedro y Andrés al que menciona como “hermano de este”. Pero en el caso de Judas no lo indica igual, cuando unos versículos antes menciona a Santiago el menor, que de haber sido el hermano menor de Judas debería aparecer su nombre después de este y no antes. Una vez aclarado esto, se sabe poco más de este apóstol, su única frase atribuida a él es cuando realizó la siguiente pregunta cuando Jesús les estaba tratando de explicar que el mundo dentro de poco ya no lo vería más, mientras que ellos si seguían siendo fieles podrían volver a verlo, pues el se mostraría abiertamente. Entonces Judas, no el Iscariote, le preguntó: Señor ¿qué ha pasado? ¿Por qué vas a mostrarte abiertamente a nosotros y no al mundo? Quizás su pregunta tuviese que ver con la esperanza que mantenían la mayoría de los discipulos de que Jesús, de que él se presentara como libertador de Israel y no entendían muy bien por qué tenía que desaparecer sin más. Junto a Simón el cananita se considera a Judas como de los más judaizantes dentro de los apóstoles. Aunque no hay mención de él, ni de su actividad posterior. Queda descartado que Judas Tadeo sea el escritor de la carta que lleva ese nombre, primero porque al identificarse se refiere a si mismo como esclavo del señor, pero no como apóstol, como lo hizo Pedro, Pablo u otros. En su caso, menciona el detalle de que es hermano de Santiago, pero lógicamente hace referencia a Santiago el justo, del cual hablaremos más tarde, por la misma razón que ya explicamos antes al tratar sobre Santiago el menor. Según algunas tradiciones judas quizás muriese en el puerto marítimo de Beirut en Libano en el año 62, y antes predicase en Persia y Armenia, como siempre se trata de tradiciones o leyendas sin base histórica.

Existen muchas leyendas y tradiciones postreras, como podemos apreciar, en la que se habla de que cada uno de los apóstoles murieron martirizados, pero lo cierto es que, salvo el caso de Santiago Zebedeo, poco más sabemos sobre la muerte de estos, debió ser paulatina, siendo el último de estos primeros discípulos escogidos, Juan Zebedeo que murió cerca del año 100EC, con él acabó la vida de los que fueron testigos oculares de los hechos y milagros de Jesús. 



Historiadores antiguos que no mencionan a Jesús ni al cristianismo ¿Por qué?

 



Un argumento muy repetido entre los negacionistas de la historicidad del personaje de Jesús y también entre los revisionistas sobre su existencia, es asegurar que los historiadores del mundo grecoromano no hicieron mención de Jesús, ni tan siquiera del cristianismo o de personajes paralelos, por tanto eso sería indicativo de que no pudo existir o al menos no tuvo la relevancia suficiente para ser tenido en cuenta. En capítulos anteriores vimos que, sin embargo, fueron muchos los historiadores y escritores que se hicieron eco de Jesús y del cristianismo, aunque haya sido para atacarlos o criticarlos duramente. Pero vamos a centrarnos ahora en historiadores supuestamente contemporáneos que no mencionan a Jesús, ni a los cristianos e intentar entender por qué se dice que no lo hicieron, lo cual no significa que sea así, ya que muchos de sus textos no están completos. En el caso de los que definitivamente no lo mencionaron, debemos explicar por qué y en otros casos en los que debieron haberlo hecho veremos qué razones tuvieron para no mencionar a Jesús o a los cristianos.

Como veremos hay de todo, pero en todo esto debemos ser objetivos y realistas, muchos documentos de la época se han perdido, muchos escritos de historiadores también. Antes no se hacían tantas copias de obras por importantes que fueran, pues eran sumamente caras y para ello se guardaban en bibliotecas. En la de Alejandría, por ejemplo había un buen número de las más valiosas obras, tras los numerosos incendios se perdió una gran cantidad de escritos que de otra forma, nos servirían ahora para valorar con una vista más amplia la historia antigua. Estos son algunos celebres escritores, en cuyos escritos no aparece Jesús:

 

Cecilio de Caleacte, profesor de retórica e historia de origen hebreo, se dice que fue contemporáneo de Jesús, de hecho llegó a Roma en el año 5 para abrir una escuela de retórica, su vida transcurrió durante la época de Augusto y Tiberio. Siendo contemporáneo del líder del cristianismo, sin embargo no habló de él en sus escritos. Claro que Cecilio murió poco antes del 29EC. Por tanto este vivió solo durante la infancia y juventud de Jesús, y es normal que no escribiera nada sobre él, no era un personaje conocido por aquel entonces, el cristianismo, que se fundó tras la muerte de su líder en el 33EC, no existía para el tiempo de Cecilio, de hecho Jesús debía ser un adolescente que no era reconocido ni siquiera en Galilea, no había destacado entre los judíos su labor, si nos atenemos a los datos aportados por los evangelios, esta se inició poco después del año 29. Aparte de todo esto, de los libros de Cecilio apenas se han conservado algunos pocos fragmentos.

 

Queremón de Alejandría fue preceptor del joven Nerón en el año 49, custodio del templo de Sarapis, escribió historia, pero según se sabe solo se centró en Egipto no en Palestina. Su obra además también se ha perdido y apenas nos han llegado comentarios de otros escritores posteriores sobre sus libros.

 

Ptolomeo Queno fue un gramático griego, vivió en tiempos de Nerón, Trajano y Adriano, se dice que escribió varias obras de historia, todas ellas se han perdido, llegando a nuestros días tan solo parte de una obra fantástica, “Extraña Historia” en la que mezcla sucesos reales con mitología y fantasía imposible. Algunos lo llaman el mayor farsante de la historia, y que mentía con la misma facilidad con la que hablaba. Así que casi mejor que no mencionase a Cristo, ni a los cristianos en su libro. Probablemente aquella obra, poco entendida, se tratase de una novela de ficción histórica al estilo de Cervantes, como un adelantado a su tiempo.

 

Alejandro de Mindo fue un escritor griego del siglo I, sus obras se han perdido, no obstante perviven por las numerosas citas que otros escritores con gran aprecio, hicieron de él, al parecer era muy respetado por la valiosa información que aportó. No menciona a los cristianos, ni a Jesús, pero porque su labor se centró más en la historia de la naturaleza y no la humana.

 

Memmon De Heraclea Póntica, fue otro historiador griego del siglo I, pero que si no menciona a Jesús y a los cristianos fue porque se centró en la historia antigua de los Tirios, curiosamente fue citado por el obispo de Constantinopla, Focio del siglo IX, interesado por los datos aportados por este para ver el cumplimiento de ciertas profecías bíblicas que tuvieron que ver con aquella ciudad. 

 

Flavio Arriano, escritor, filósofo e historiador nació en Nicomedia en el año 86 y murió en Atenas en el 175, sus escritos se centraron, aparte de algunos tratados de carácter filosófico, en narrar batalles épicas de Alejandro Magno, de hecho escribió Anábasis de Alejandro, su principal obra, y otras también relacionadas con el legendario general griego, por eso es normal que en los escritos de este historiador no aparezca ni Jesús, ni los cristianos en sus escritos.   

 

Apiano, fue un historiador romano de origen griego que vivió entre el año 95 hasta el 165. Escribió una extensa historia de Roma, compuesta por 24 libros. Pero algunos de estos libros como el X que trata de las guerras en Asia y Grecia están perdidas, al igual que las guerras en Egipto y Palestina (tomos XVIII al XXIII), donde bien pudiera haber mencionado a Jesús, las revueltas judías y algunos detalles pertinentes que aparecen en los evangelios, por otro lado, tampoco hubo muchos historiadores postreros que citaran la obra de Apiano para que pudiéramos conocer su contenido.

 

Pausanias. Este escritor del siglo II, nacido en Lidia, Asia menor, fue más bien geógrafo, y se interesó por los monumentos de la Grecia clásica escribiendo una amena explicación sobre los orígenes o leyendas relacionadas con las estatuas y lugares mencionados. Gracias a sus obras, muchos arqueólogos actuales han podido constatar la identidad de algunos monumentos, estatuas y símbolos, descubiertos posteriormente. Su Descripción de Grecia ha llegado completa hasta nosotros y se considera como una excelente guía turística. Se observa también su interés por la topografía, la descripción de las calles y lugares y de los centros religiosos o cultos de los dioses griegos, también fue el primero en estudiar y dar a conocer las curiosidades del Mar muerto, siendo él quien le dio el nombre. No menciona a los cristianos ni sus templos, por la sencilla razón de que en ese tiempo apenas habían templos cristianos, pues según describen los testimonios del siglo I y principios del II, se solían reunir en casas privadas, debido a la persecución y no tenían ni monumentos, ni lugares de peregrinación específicos que llamaran la atención de un geógrafo. 

 

Tito Livio. Uno de los más célebres historiadores romanos, que además fue autor de una de las más monumentales crónicas históricas sobre Roma, una obra compuesta por 142 tomos que cuenta desde el tiempo de Eneas, año 753AC hasta los primeros años de Tiberio. Pero claro, murió en el año 17, por tanto poco o nada pudo escribir sobre un Jesús adolescente, cuya vida aún no era trascendente, ni del cristianismo que para ese tiempo no existía.

 

Gnaeo Pompeyo Trogo, fue un hisotriador galo del siglo I, romanizado pues su abuelo había servido en el ejército de Cneo Pompeyo, de ahí su nombre. Se le considera dentro de los historiadores, aunque realmente hoy lo consideraríamos un naturalista o geólogo, pues sus intereses y escritos se fundamenten en el estudio de la etnografía y los accidentes geográficos. Su principal obra Historias Filipicas, tuvieron que ver con el imperio macedónico, desde Filipo II, hasta Alejandro Magno, además fijándose más en los lugares y accidentes geográficos que este encontró en sus conquistas. No tocó nada relacionado con el imperio romano, ni sus provincias, por tanto no es raro que no mencionara al cristianismo.

 

Plinio el viejo, también es otro considerado historiador, pero que en realidad su especialidad era otra. Padre de Plino el joven, su obra Naturalis historia, trata sobre zoología, botánica y medicina, razón por la cual no se interesó por acontecimientos religiosos, ni políticos de su época. Su hijo, sin embargo si lo hizo y mencionó la problemática del cristianismo, como ya vimos anteriormente.

 

Lucio Aneo Floro Otro historiador del siglo II,  Aunque sí habló de los comienzos de Roma mencionando la leyenda de de Rómulo y Remo, que es una fábula a la que muchos historiadores de la antigüedad tomaron como verdadera, pero no por ello vamos a creer cierta. Además no escribió por su cuenta, sino más bien fue un maestro de historia que llevó a cabo un estudio sobre la obra de Tito Livio, por tanto si Tito Livio no llegó a decir nada sobre Jesús, este tampoco lo haría.

 

Dion Crisóstomo, nació alrededor del año 40 y murió en el 120, fue un orador, filósofo e historiador griego, contemporáneo de Plutarco, Tácito y Plinio el joven. Tenía el sobrenombre de Boca de oro, por su gran elocuencia al hablar. Se conservan al menos 80 de sus discursos, que versan sobre distintos temas, entre ellos, sobre cualidades, virtudes y formas de actuar humanas. Pero no menciona ni a Jesús ni al cristianismo, como tampoco lo hace del judaísmo, ni del mitraísmo, ni de otras religiones de su tiempo. No obstante, si se encuentra en su obra cierto paralelismo con la filosofía moral de Pablo de Tarso, como durante varios años viajó por todo el imperio, es muy posible que algún contacto tuviese con algún cristiano de su época, si bien él tenía su propia visión de la vida, tan personal e impregnada de romanismo, que no quiso aceptar otras normas. En contraste, fue tanto su apego al imperio que guardó una gran relación con varios emperadores, los cuales le ofrecieron puestos importantes en la magistratura.

 

Filón de Biblos fue un erudito fenicio del siglo I que se especializó en las antiguas tradiciones religiosas fenicias y griegas. Aunque hay ciertas contradicciones con respecto a su fecha de nacimiento, se sabe que fue contemporáneo de Nerón y Adriano, algunos afirman que fue cónsul durante la olimpiada 220, lo cual lo sitúa en el año 101-104. En cualquier caso, su vida transcurrió en paralelo con el nacimiento del cristianismo, claro que para ese tiempo, aún se consideraba una secta judía más y es muy posible que si no los mencionó, fuera sencillamente porque sus intereses literarios iban por otro lado.

 

Lucio Mestrio Plutarco, también conocido como Pluartco de Querona, en la Grecia occidental, nace alrededor del año 45 y muere en el año 120. Fue sacerdote de Apolo y gran biógrafo, autor del famoso Vidas Paralelas, donde iba contando la vida de hombres célebres de la antigüedad en una especie de comparativa biográfica. Parece ser que en ninguno de sus escritos menciona al cristianismo, pese a que este en sus años pudo vivir el auge y la extensión de este movimiento y de la distribución y traducción de los escritos cristianos por la región de Grecia. Pero como ya dijimos, él era principalmente biógrafo moralista y no historiador. Sus intereses religiosos estaban muy lejos del cristianismo, aunque aceptó otros mitos como el de Rómulo y Remo, como originadores y fundadores de Roma, tomando esa fábula como si se tratase de una verdad absoluta, pero nada menciona sobre religiones o cultos de las provincias del extrarradio, como se consideraba a Judea.

 

Amiano Marcelino del siglo III, escribió la historia de Roma desde el año 96 hasta el 390 y según Eusebio y otros, parece que si  menciona a los cristianos, eso sí, como lo único que queda de su obra es la parte desde el 353 en adelante y lo demás se ha perdido, no se puede contrastar, era un pagano opuesto al cristianismo, pero hubiese venido bien conocer su opinión y comentarios respecto al movimiento cristiano ya próspero del siglo III.

 

Flavio Eutropio, Escritor del siglo IV, cronista del emperador  Juliano, el llamado “apostata”. Profesaba una gran reverencia hacia este emperador, al que defendió, sobre todo su tolerancia religiosa, en contraste con los anteriores emperadores que se dieron a la nueva religión. Ni siquiera quiere mencionarlos por nombre, por lo que se observa una clara repulsión al cristianismo que viviendo la época en la que vivió no debía haber ignorado, suponemos, por tanto que ese silencio se debió a cierto temor a decir cosas que pudieran poner en peligro su posición, teniendo en cuenta la brevedad de Juliano. En cualquier caso, escribió una brevísima historia de Roma, donde tan solo narra batallas y no se centra en detalles, como la vida en la antigua Roma o sus costumbres, religiones, ni menciona sucesos de provincias lejanas.


 

En este capítulo no mencionamos ni a Polivio, Estrabón, Heródoto, Jenofonte, Tucídides, Diodoro de Sicilia, ni a otros célebres historiadores clásicos, por obvias razones, todos ellos vivieron antes de Cristo. Pero en cualquier caso, todos los mencionados, como nos damos cuenta, con algunas excepciones, tenían sobradas razones para no mencionar a Jesús o a los cristianos, pues no los conocieron o sencillamente sus obras versaban sobre temas ajenos a la religión y si había prejuicios y a los cristianos del primer se les veía como una secta minoritaria judía. Después del siglo II, como un grupúsculo de incultos con poca relevancia política.  

Poco más podemos añadir a esto, salvo que por alguna casualidad se encuentren las páginas y capítulos faltantes de los libros de Amiano Marcelino, Apiano o Queremón de Alejandría y quién sabe si descubrimos en ellas interesantes citas y testimonios sobre la realidad histórica de Jesús.



Celso: El implacable enemigo del cristianismo del siglo II

 


Algunos alegan que este personaje no existió y fue más bien un personaje inventado por algún cristiano resentido que escondió su identidad bajo el nombre de un personaje del mundo griego. Pero no hay base para sospechar eso, la verdad sea dicha, Celso no es un nombre raro en aquella época, de hecho, sabemos de la existencia de al menos dos Celsos, que además fueron epicúreos, uno en la época de Nerón y otro en tiempos de Adriano, a este último algunos también confunden con el Celso del que aquí tratamos, pero el nuestro vivió mucho tiempo después de Adriano. 

No sabemos mucho de la vida de este Filósofo platónico griego del siglo II, solamente que alrededor del año 178 publicó su obra “El discurso verdadero” o “Sobre la verdadera doctrina”, un tratado específicamente dedicado a los cristianos, más bien diríamos contra los cristianos, pero es un libro tan completo que nos da detalles realmente interesantes sobre creencias y costumbres de los cristianos de los primeros siglos.


De esta manera inicia su libro: Hay una raza de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre sí contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero autoglorificándose con la común execreción: Son los cristianos.(Celso discurso verdadero 1)

Estaba claro que como filósofo defensor de las tradiciones religiosas y culturales de Grecia, odiaba a los cristianos, pero no negó a Jesús, como hubiera sido lógico si hubiese creído que fuera un mito o invención de aquellos cristianos. Aunque lo que escribió sobre él no fueran precisamente cosas positivas, tratando de restar credibilidad a su milagroso nacimiento dijo lo siguiente: Comenzaste a fabricar una filiación fabulosa, pretendiendo que debías tu nacimiento a una virgen. En realidad, eres originario de un lugarejo de Judea, hijo de una pobre campesina hilandera que vivía de su trabajo. Esta, acusada de adulterio con un soldado romano llamado Pantera, fue echada de su casa por su marido y dio a luz en secreto. Más tarde, impelida por la miseria de emigrar, fue a Egipto, allí alquiló sus brazos por un salario; mientras tanto tú aprendiste algunos de esos poderes mágicos de los que ufanan los egipcios; volviste después a tu país, e, inflado por los defectos que sabías provocar te proclamaste un dios. (Celso, Alethes Logos, 7).

         Es curioso que ese nombre Pantera del que Celso aseguró que era el verdadero padre de Jesús, no fue precisamente un invención literaria de Celso, en realidad fue extraído de un comentario que encontró en el Talmúd, más concretamente en la Mishná que para su tiempo, ya había sido recopilada. De hecho, el nombre Pantera aparece en los escritos sobre las tradiciones rabínicas, realizadas por el Rabino Eliezer Ben Hyracanus de finales del siglo I.


Este relato lo podemos encontrar en el Talmud babilónico, allí se menciona una historia de un hombre al que llaman hijo de Stada. Se dice que su madre fue Miriam, a la cual se apodó Stada porque había engañado a su esposo y quedó embarazada de un tal Pandira. En el relato Sanedrin 67ª y Sanedrín 107b se dice que fue a Egipto y se trajo todos los trucos mágicos secretos de aquel país y por eso engañó a muchos de su pueblo. En clara referencia burlesca al nacimiento milagroso de Jesús y sus milagros. Curiosamente Sanedrín formaba parta del Seder Nezikin, cuarta parte de la Mishná, escrita alrededor del año 90 (La quinta y sexta parte se acabó de recopilar a finales del siglo I).  También en el Sanedrín 43 se hace referencia a la muerte de Jesús, cuando dice: en la víspera del Sabbat, Jeshua el nazareno fue colgado y un heraldo salió 40 días antes anunciando “Jeshua al nazareno será apedreado porque practicó hechicería y sedujo al pueblo a la idolatría. (Sanedrín 43ª). ¿Sería referencia a otro Jeshua? No, más bien parece que al Jesús cristiano, pues también menciona los nombres de varios de los apóstoles: Nuestros rabinos enseñaron, Jeshual el nazareno tuvo cinco discípulos, ellos son: Mattai, Maqqai (¿Marcos?), Netzer (Natanael), Buni (¿Bartolomé?) y Todah (Judas Tadeo). Es curioso que mencionase a estos, además de confundirse al mencionar precisamente a dos de los evangelistas en el orden de aparición tradicional de los cristianos, eso bien puede mostrar la fuente de esos nombres. Así, nos encontramos ante la mención más antigua de algunos de sus discípulos, fuera de los evangelios. 

Queda claro que de alguna manera Celso bebió de fuentes judías, y se hizo eco de comentarios maliciosos que los líderes judíos manejaban en su momento y que pasaron a la tradición oral que más tarde fue incorporada a la Mishná. Si bien, tampoco justifica a los judíos, pues consideraba ridículos los argumentos de unos y otros, aunque reconoce las disputas entre estos que se sucedían por todo el imperio.  Hasta cita referencias esenias al decir que los judíos esperaban a un “Maestro de la justicia” pero recibieron a uno que no se correspondía con sus esperanzas de liberación.

Por otro lado, estaba familiarizado con el contenido de los evangelios y las cartas apostólicas pues constantemente hace referencia a textos de las escrituras, que ya circulaban en su tiempo. De hecho afirma: y todo esto lo sacamos de vuestras propias escrituras : no tuvimos que acudir a otros testimonios contra vosotros. Os bastais vosotros para refutaros a vosotros mismos. (Celso Discurso verdadero 1:31)

Aunque si miró las escrituras cristianas y judías, como bien afirma, también tuvo en cuenta otras fuentes y eso se observa en varios comentarios como el anteriormente mencionada tradición judía de la Misná y otras criticas que los judíos hicieron contra el cristianismo. 

Menciona la oposición de los cristianos de su época a erigir estatuas y altares en sus templos. Lo deja caer de esta manera: Los cristianos no pueden soportar la vista de templos, de altares ni de estatuas... los cristianos reprueban en absoluto cualquier imagen (Discurso verdadero L4, 97

Es curioso, sin embargo que no menciona costumbres que forman parte de las tradiciones católicas más comunes ahora, como la adoración de la cruz, las navidades o celebración del nacimiento de Cristo. Hubiese sido una oportunidad magnífica para criticar la adoración del instrumento de tortura de su líder, la cruz o el madero, nada menciona sobre eso, cuando por otro lado, se fijó en otros detalles nimios y se burló de estos. Como vimos, no se hizo eco de la veneración de santos, ni la autoridad de papas romanos sobre las demás comunidades cristianas. Lo cual es indicativo que era algo desconocido en su época, que no formaba parte del cristianismo de los primeros siglos, de lo contrario, con seguridad sería criticado por el ilustre filósofo. 

Antes bien, juzga como ridículo que tomaran a Jesús como una encarnación de un hijo de Dios, nacida de una humilde judía que desconocía su importante genealogía. Se burló de que este fuera ajusticiado y que Dios no tomara represalias contra los que lo juzgaron y mandaron a matar.

En una muestra clara de no entender las creencias cristianas, dice: Puesto que además de a Dios ellos adoran a su hijo, se deduce, que, según reconocen , es preciso adorar no solamente a un dios si no a sus ministros (Celso - Discurso verdadero 100) Y con respecto a la humildad y personalidad de Cristo se pregunta: Si quería permanecer ignorado ¿Por qué una voz divina proclama en alto que el el hijo de Dios? Y si quería ser conocido ¿Por qué se dejó arrastrar al suplicio y por qué murió? (Celso - Discurso verdadero 1:28)

      Además parece que Celso conoció algunos grupos gnósticos, pues equivocadamente asigna a las creencias cristianas una enseñanza ajena a estos. Nos habla por ejemplo de que los cristianos enseñaban que había un dios maldito que mandaba sobre un grupo de siete demonios a los que llamaban de distintos nombres entre ellos Sabaoth, este nombre coincide con un arconte con aspecto de dragón, mencionado en un texto de los valentinianos y setianos, ambos grupos gnósticos de gran influencia en Roma.


         Celso conoció la existencia de otros cristianismos en su época, pues así lo reconoce en su libro: Resulta todavía difícil de creer que entre los cristianos, unos confiesan tener el mismo dios que los judíos y otros lo niegan, pues afirman que el que envió al hijo es un dios opuesto al primero. Conozco igualmente muchas otras divisiones y sectas entre ellos: los Sibilistas, los simonianos, los marcelianos, los Carpocratianos de Carpócrates y Salomé, los marcionistas que se nutren de Marción. (Discurso verdadero 64,65)

Algunos de estos grupos apenas son conocidos, otros como Carpocratianos o Marcionitas, si son mencionados por otros apologistas cristianos, señalados como disidencias del cristianismo o sectas gnósticas. Y su existencia fue utilizada por Celso como argumento para desacreditar al cristianismo al no considerarla como religión verdadera por estar tan dividida.


Por último, anima a los cristianos a aceptar la adoración al emperador, citando de un texto cristiano que dice que toda autoridad ha sido dada por Dios y por tanto debe ser digna de honra, y acaba su discurso así: Por ello, cesad de hurtaros a los deberes civiles y de impugnar el servicio militar, tomad vuestra parte en las funciones públicas, para la salvación de las leyes y de la causa de la piedad. (Discurso verdadero, 117)

En este comentario reconoce la actitud de los cristianos al negarse a servir en el ejército, tal como Tertuliano afirmaba y de ser parte del estado. En definitiva, muy a su pesar, Celso del siglo II, acepta el nacimiento de Jesús en una aldea de Judea, que su familia huyó a Egipto con él, que Jesús tenía ciertos poderes milagrosos, que sus seguidores se extendieron por todo el imperio, que habían varias vertientes y divisiones entre ellos, su actitud ante el estado y su pacifismo. ¿Es esta una manipulación maliciosa realizada por un cristiano? No, esto viene a demostrar que Celso conocía las tradiciones y enseñanzas del cristianismo y sencillamente se burlaba de ellas, haciéndose eco de los rumores y comentarios que se hacían sobre ellos en su tiempo.

Curiosamente conocemos su obra gracias a apoligistas cristianos de la época que se defendieron de las acusaciones y difamaciones que este vertía en sus escritos, y repitieron citas de este. Uno de ellos fue Orígenes que sesenta años después escribió Contra Celso y en gran parte, gracias a este libro conocemos gran parte de la obra de este anticristiano convencido.