Obra protegida por derechos de autor

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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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De la dialéctica a la lucha encarnizada

Si en algo se destacó el siglo IV, es porque por primera vez en el cristianismo, las disputas doctrinales se convirtieron en disputas territoriales, y en luchas encarnizadas entre los diferentes bandos. Es triste ver como lo que antes era una hermandad pacifica, ahora tomaba lo peor del poder imperial romano, las maneras mas sucias para resolver los asuntos, las intrigas, exilios obligatorios, envenenamientos y matanzas indiscriminadas.
El resultado del concilio de Nicea, como ya apuntamos antes no fue unificar, sino dividir si cabe mas la deteriorada relación entre diferentes iglesias y tendencias, que antes mas o menos convivían. Notemos por lo menos dos ejemplos de esta no exagerada aseveración.

En el año 336, sube al trono imperial Constancio, hijo de Constantino, tal como su padre en los últimos años, por motivos políticos mas que religiosos apoyó a una de las facciones de Nicea, a los arrianistas. Pero si su padre se había otorgado para si la posición de juez de la iglesia, Constancio llevó al extremo de colocarse como jefe supremo, quien se tomaba la libertad de asignar obispos y expulsar a otros. Esto provocó no pocas dificultades y tensiones. La propia muerte de Arrio ese mismo año, posiblemente envenenado por algún atanasiano extremista, indicaba que la contaminación en el seno del llamado cristianismo mayoritario, al que a partir de ahora llamaremos cristiandad, iba en aumento. De hecho Arrio se había ganado la confianza del emperador y se habían hecho arreglos para restituirle y aceptar de alguna manera sus tesis, su muerte de alguna manera fue para truncar dichos propósitos, por ello no nos equivocamos si concluimos que su muerte fue premeditada por algún nicenico, que por cierto no se salió con la suya, pues Constancio siguió con su apoyo a los arrianos, quienes se estaban recobrando fuerza frente a los nicenicos o atanasianos.
Pero lo que si estaba claro que el aceptar ciertas enseñanzas parece que no dependía tanto de la teocracia y de la teología, sino del poder político. La relación estrecha con el poder seglar de los futuros emperadores era el último brote de la mala hierba que cubriría los últimos vestigios del trigo sembrado en sus orígenes. Pero la situaciones mas extremas y escabrosas se vivirían en Alejandría y en la propia Roma.

En Alejandría en el año 340, Constancio desautoriza a muchos obispos apoyadores de las ideas de Atanasio, incluido a este mismo. El principal aliado de Atanasio, Osio de Córdoba, protesta por el trato que están recibiendo sus partidarios. Años después se nombra a un tal Jorge de Capadocia, (no confundir con el legendario supuesto mártir del siglo III llamado igual), quien según describe el propio Atanasio fue alguien terriblemente cruel y despiadado, quien mandara a castigar a algunos opositores, incluso quemando sus rostros e infringiendo un duro castigo a los que no abjuraban del atanasianismo y no aceptaban la enseñanza arriana. Eso lógicamente era la versión contada por alguien que no se puede decir que fuera mejor que el propio Jorge. De hecho poco antes, Eusebio de Nicomedia presentó varios cargos religiosos y políticos contra Atanasio, entre otras cosas se le acusó: de algo ajeno a su posición como autoridad religiosa en el sentido de haber obligado a las provincias con un impuesto al lino, no se sabe muy bien como se llevaba a cabo y como controlaba tal impuesto, pero no cabe duda que era sobrepasar su posición. Pero también fue acusado de algo aún mas grave, se dijo que había ejecutado a un tal Arenius para posteriormente desmembrar su cuerpo, si bien quizás no lo hiciera el, pero si alguien bajo su encargo. Tras la acusación, fue exiliado y se refugio en otra ciudad, esperando un momento más oportuno para volver.

Pero poco tiempo después, en el 345, tras el misterioso asesinato del nuevo obispo recomendado por Eusebio de Nicomedia, Gregorio, quien poco pudo disfrutar de esa posición, Atanasio volvió a Alejandría al parecer con cierto apoyo de las muchedumbres.

Pero de nuevo fue amonestado Atanasio, nueve años después, tras haberse reestudiado sus enseñanzas y siendo declaradas heréticas en el concilio de Milán en el 355. Así con esa nueva situación fue depuesto de forma forzosa y exiliado nuevamente. En ese momento asume la posición el antes mencionado Jorge de Capadocia, quién según la versión de un historiador no cristiano llamado Amiano Marcelino, fue odiado por los apoyado res de Atanasio pero también por parte de los paganos, quienes se vieron amenazados por las maneras poco tolerantes que hacia ellos solía tener el susodicho obispo. Según el mismo Amiano una turba de paganos a los que se unió un grupo de cristianos opositores,(posiblemente atanasianos), lo lincharon violentamente dando muerte a este, junto a otros compañeros de este, quemando sus cuerpos después. El escritor hace hincapié en que los cristianos implicados lejos de defenderlo colaboraron en la matanza, se unieron en ese odio hacia el infortunado obispo. Curioso es que poco tiempo después volvió Atanasio aclamado de nuevo como Obispo. No cabe duda que la posición obispal cada vez guardaba mas relación con la autoridad política de una comarca o ciudad, por lo que la lucha por conseguir tal posición se hacia encarnizada y se empezaron a hacer comunes este tipo de trifulcas y luchas, aumentadas por el fervor de las dos tendencias de la cristiandad, el arrianismo y el atanasianismo.

Mas grave si cabe fue lo acaecido en Roma, donde hasta cuatro ambiciosos con ansia de poder se disputaron el "trono" de ser llamados obispos. Según varios relatos que de alguna manera compararemos para extraer lo mas cercano a la verdad, se menciona a un tal Liberio, al que Constancio destituyó por oponerse a las resoluciones del concilio de Milán en el 355, contra Atanasio y sus enseñanzas. A este se unieron Lucifer de Cagliari, un tal Ursino, Dámaso y por supuesto Osio de Cordoba. Pero este último ya viendose viejo y con pocas ganas de seguir en la lucha contra el arrianismo, parece ser que en sus últimos días cedió y aceptó las ideas tradicionales frente a las innovaciones de Nicea, pero no sabemos si forzado por las circunstancias o por puro convencimiento.
Se había pactado en principio no nombrar a otro obispo de Roma en sustitución de Liberio, pero entonces apareció la figura de Felix, quien con apoyo de algunos miembros prominentes se auto proclamó Obispo, pero con la oposición de muchos entre ellos los muchos partidarios de Liberio. También se opuso Dámaso, quien había regresado del exilio, abandonando a Liberio, también con el propósito de adjudicarse el puesto. Esto hizo volver a Liberio, quien apoyado por la mayoría de la gente de Roma, y con el apoyo del propio emperador Contancio, quien se vio presionado por el pueblo se hizo que Felix fuera depuesto a la fuerza y fuera el de nuevo nombrado Obispo Liberio. Felix quiso mantenerse en su posición pero no tenía el apoyo general y tampoco el de los senadores romanos y fue expulsado violentamente, murió exiliado, sin poder entrar en Roma.

La cosa no acabó allí, Lucifer de Cagliari, para ese tiempo había llegado a formar su propio movimiento ideológico dentro de las filas de los atanasianos, opuesto al arrianismo, pero con ciertas diferencias con respecto a los atanasianos, y este quiso también tener representante en Roma. Por ello, a la muerte de Felix en el 365, y del propio Liberio en el 366, apareció Ursino, profeso de las ideologías de Lucifer, quien ahora pretendía el puesto. La lucha surgió a raíz de que Dámaso quien llevaba años esperando el momento de ascender, se opuso al nombramiento de Ursino. Esto provocó una serie de luchas encarnizadas en las que hay matones a sueldo (ex-gladiadores), sobornos a magistrados, y sobre todo, mucha violencia. Según las actas llamadas "Gesta Inter Liberium, una especie de texto histórico que relata detalladamente todo lo acaecido en esa dura época, al parecer Dámaso llega con la ayuda de los supuestos matones a enfrentarse incluso dentro de un templo religioso, con hachas, bastones y espadas contra los partidarios de Ursino, quienes se defendieron de tal manera que hubo gran derramamiento de sangre. Hasta historiadores de la cristiandad, como Rufino, reconocen este hecho, aunque achacan las muertes a Ursino. También el historiador romano Amiano Marcelino, corrobora el hecho con datos como que se encontraron hasta 137 cadáveres en una basílica, tras una trifulca en un rito cristiano, según describe el.

Independientemente de que hayan sido los partidarios de Dámaso o de Ursino los causantes de la matanza, todo esto era realmente vergonzoso y nunca visto en los tres siglos anteriores, por muy duras que hayan sido las discusiones sobre temas teológicos o doctrinales, siempre se discutían con la palabra y nunca con la violencia, pero claro, eran otros tiempos y otro cristianismo. Todo consecuencia del contacto de la cristiandad con los poderes romanos, y los deseos de poder e influencia que ahora se consideraban las posiciones de Obispo, tal como antes la de senador o gobernador y vicario en Roma.

Pero si bien la lucha entre los principales bandos se había convertido en una verdadera guerra por el poder y la dirección de la enseñanza hacia un camino u otro, la gente común, el cristiano de a pie, simplemente se limitaba a apoyar a un cierto obispo, independiente de signo que tuviese, como si de un alcalde local se refiera. De tal manera que si por razones doctrinales desde las altas esferas o desde el mismo emperador se destituía a un obispo que fuese popular en su zona, la revuelta de las masas estaba asegurada. En muchos casos la forma de pensar o de creer dependía de la ideología del obispo de turno.

Para profundizar más en las llamadas discusiones post-nicénicas relacionadas con el desarrollo de la doctrina trinitaria, invito a los lectores a leer el libro El Trigo ahogado tomo I, en donde encontrarán más información y bibliografía sobre este asunto.

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