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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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La Inquisición : El más duro azote contra la libertad de pensamiento y religión



Si bien la institución llamada Santa Inquisición no fue establecida oficialmente hasta el año 1231, sin embargo de forma puntual ya desde el siglo XI, se habían efectuado juicios, torturas e incluso quemas en hogueras, ahorcamientos y otras muertes, cuya base de acusación era la herejía. Hasta antes del siglo IV, el único sistema utilizado para castigar a los que se desviaban del camino trazado o de las ideas establecidas en las diferentes fases por las que pasó el cristianismo, era la expulsión o excomunión, que significaba un apartar al hereje o apostata, evitar la comunicación con este, impedirle incluso la entrada a templos o iglesias y la negación de ciertos sacramentos o privilegios hacia este.

Mas adelante, sobre todo desde el siglo IV, cuando la iglesia salida de Nicea obtuvo el favor del estado y se convirtió en socia de este, se persiguió mucho mas duramente las herejías, pero era el estado el que se encargaba de imponer castigo, recordemos que fue Prisciliano el primero en ser muerto por ejercer ideas distintas al cristianismo nicenico (católico), y los donatistas los mas perseguidos desde ese periodo. Pero por lo general el castigo impuesto era o prisión o el exilio de la ciudad donde residía el hereje, y siempre se dejaba que la autoridad local tomara la decisión al respecto.

A partir del tiempo de Agustín, siglo V, el estado romano empezó a imponer condenas y castigos mas duros contra los disidentes, de hecho para el año 430 se instauró la pena de muerte para todo aquel que fuera acusado de herejía, aunque en pocos casos se aplicó de manera contundente la pena de muerte directa, en la mayoría de los casos todavía se trataba de cárcel o exilio, aunque las penas de cárcel llegaron a ser perpetuas. Lo mismo sucedía en la parte oriental del imperio, en Bizancio, quizás por momentos obraron con mas celo si cabe, pues se habla del aplastamiento masivo de grupos disidentes, ejemplos clásicos mesalianos, los paulicianos y los bogomilos. En aquella región los emperadores ejercían la defensa de la cristiandad y siguieron haciendo así, hasta su caída.

Durante el imperio carolingio y en los años subsiguientes sucedía algo parecido en el ámbito de la cristiandad, las autoridades eran quienes tomaban medidas contra todo aquel que se desviara de la enseñanza autorizada, pero la situación empezó a cambiar para los siglos X y sobre todo XI, cuando Gregorio VII quiso establecer que la iglesia iba a ser un órgano independiente pero que a la vez dominante en diferentes ámbitos sobre el estado político, de esa manera aunque siguió utilizando al estado para aplicar justicia contra los herejes, sin embargo ahora era la iglesia quien los juzgaba y el estado se limitaba a aplicar la condena.
La palabra inquisición en si no tiene el sentido que después llegó a tener, en principio se utilizó el termino como medio para investigar o hacer indagación sobre la enseñanza de ciertos individuos o colectivos. Con el tiempo esto envolvía juzgar al acusado, por medio de crear un tribunal especial que tenía como función que el supuesto hereje se defendiera de las acusaciones, que los fiscales expusieran las pruebas en contra y otros que actuaban de jueces se encargarían de tomar una decisión sobre si era herejía o no. Por lo general este sistema lo hacían diferentes clérigos de alto rango, obispos, arzobispos y cardenales, quienes por lo general actuaban como jueces o fiscales. Bajo ese sistema se aplastó a petrobrusianos, pobres lombardos, erniquianos y valdenses del siglo XII, aunque por aquella época eran los líderes a quienes se juzgaba y quitaba de en medio, pero no siempre esa medida significaba el final del movimiento religioso.

Hubo varios importantes monjes itinerantes que se encargaban de recopilar información o de acusar a quien pudiera estar separandose de la iglesia. Ejemplos de esto tenemos en Pedro el Venerable o Bernardo de Claraval, quienes actuaron en las primera décadas del siglo XII, mas adelante Domingo de Guzmán y en menor medida Francisco de Asís. Los primeros se enfrentaron contra Pedro de Bruyns, o Enrique de Lausana, a quienes atacaron usando la palabra, pero a la vez señalandolos ante la iglesia. También estos hicieron investigación contra Pedro Abelardo y su discípulo Arnaldo de Brescia y tuvieron duros enfrentamientos dialécticos contra ellos, pero no pasaron de eso, pero si sirvió para, como sucediera en el caso de Arnaldo sus escritos e información fue clave para que se persiguiera y acusara mas tarde a este y se le diera muerte.

En el año 1188, el papa Lucio III, quien enviara a la clandestinidad a los valdenses, también autorizó que los clérigos y monjes tomaran más acción contra los herejes, pactando el poder de dar muerte ellos mismos y no esperar al estado, pero no se obtuvieron los resultados esperados, pues no siempre era fácil identificar al líder o líderes de los numerosos grupos de disidentes cristianos que de forma mas o menos organizada iban surgiendo por doquier. Mas adelante, tras el anuncio de Inocencio III, por el año 1209 de la cruzada contra las herejías en el sur de Francia, las cosas iban a cambiar, ya que a partir de ese momento, se permitiría exterminar de forma directa a todos los miembros de un grupo y no solo a sus líderes. Además añadía un incentivo más para buscar a todo hereje y exterminarlo, la cesión de las propiedades, títulos y tierras del hereje que ahora pasaba a quien les diera muerte.

La obra inquisidora ejercida de forma relativamente pacifica por parte Domingo de Guzmán a principios de siglo, significó la identificación de numerosos focos de disidentes, sobre todo en la zona de Albi, del Languedoc frances y en el Reino de Aragón. Eso y el llamamiento de Inocencio III, significó uno de los episodios más crueles e inhumanos de aplastamiento violento por motivos religiosos por parte de la iglesia de Roma, pero no fueron los peores.

Con los estatutos Excommunicamus del papa Gregorio IX, se quiso establecer un arreglo especial para la defensa de la adoctrina católica frente a los focos de herejía que seguían surgiendo o no eran eliminados en su totalidad. Se estableció por ello en 1233, que fueran la orden establecida por Domingo de Guzmán, los llamados dominicos, quienes se iban a encargar junto con los franciscanos, la orden que iniciara Francisco de Asís, de aplicar de forma directa el papel de guardianes de la llamada ortodoxia. Esa orden iba a ser dirigida directamente por el papa y se iba a encargar de la búsqueda pueblo por pueblo y aldea por aldea de todo aquel sospechoso de herejía, además de ser juzgado y ejecutado si era probada su culpabilidad.

Veinticuatro años después en 1257, (algunas fuentes dicen que 1252) a petición de dominicos y franciscanos, el papa Inocencio IV, autorizó a que se utilizara la tortura para hacer hablar a los acusados, extraer confesiones o que delataran a otros miembros del grupo. Esta decisión estaban en franca oposición a lo que en el siglo IX, el papa Nicolás I había declarado : "que la tortura no era admitida por las leyes humanas ni por las divinas". Pero en este caso, Inocencio IV, veía en la tortura física una disposición de aplicar algo a lo que tenían derecho, dar uso de las torturas del infierno a fin de salvar el alma del acusado.

El hambre insaciable de herejes llegó al extremos de inventar y utilizar los mas sádicos y crueles sistemas de tortura, tan siniestros que solo con verlos podían hacer confesar al cualquier inocente y llevarlo a declarar sus creencias maniquéas, aunque ni siquiera supiera de que se trataban ni hubiese oído hablar de estos.

Al principio estos viajaban en una ruta que los llevaba de ciudad en ciudad, pronunciando discursos duros contra los que apostataban, se leía el llamado "Edicto de Fe", en el que se animaba a la población a denunciar a todo aquel que oliese a hereje, sin perdonar a los propios parientes y familiares; Después se hacía público "el edicto de gracia", concediendo un plazo de quince a treinta días,. en los se invitaba a los herejes a dar un paso al frente para confesar, dando un periodo de unos quince días para hacerlo e imponiendo penas leves a los que confesaban y aceptaban abandonar sus creencias.

Después de ese periodo se pasaba a leer las denuncias anónimas y buscar casa por casa a los denunciados, eso significaba en muchas ocasiones atrapar a personas inocentes acusados simplemente por venganza de algún vecino enemigo. Debido a que el acusado no tenia derecho a defensa legal, solo se colocó la figura del llamado consejero, quien por lo general le informaba de las posibles consecuencias de sus negaciones o confesiones. Era difícil para los consejeros ayudar a estos, pues el solo hecho de ser sospechosos de ayudar a dar escapatoria a un hereje de verdad, significaría que el consejero se convertía en cómplice, se hacía cada vez más difícil encontrar quien quisiera tomar ese papel. Aquí es donde entraba en juego una manera mas eficaz de recibir confesión y sin poner en riesgo a otros, la tortura.

Crueldades en el nombre de Cristo :

Bien es verdad que la mayoría de los instrumentos de tortura, famosos en la edad media y gran parte del renacimiento, no fueron necesariamente inventados por la Iglesia, ni por el tribunal de la inquisición, pero si dieron un gran servicio a la orden. Entre los siglos XII al XIV, los medios utilizados por los inquisidores eran variados pero a cual mas cruel y sádico. A continuación daremos a conocer algunos, si el lector desea, puede pasar por alto esta parte, pero en cualquier caso es necesario mostrar hasta donde podía llegar una iglesia llamada cristiana para defender su fe, o su posición de dominio sobre todos los demás.

Algunas de las mas utilizadas eran el Potro: La víctima era atada a los extremos y después se tiraba de las cuerdas hasta que los miembros se descoyuntaban. El dolor insoportable hacía que pocos permanecieran callados y no confesaran o delataran ante tal dureza.

El tormento de la Rata : Se colocaba en el abdomen del acusado una jaula a la que se le quitaba la parte de abajo, dentro de la jaula, una rata hambrienta se habría camino por el lugar mas fácil, de tal manera que poco a poco iba royendo el cuerpo del acusado, comiendose vivo el suelo de su jaula, en ocasiones eso significaba una muerte lenta y agónica, incluso después de la rata atravesar el cuerpo del torturado. Esto se aplicaba para aquellos casos en los que el reo mostrase gran entereza y guardase silencio, al ser una repugnante agonía y un intenso sufrimiento y angustia, era difícil que no se obtuviese cualquier confesión a lo pocos mordiscos. Pero en algunos casos ni la confesión, ni el delatar a los compañeros, significaba ser librado automáticamente, en ocasiones dependiendo de la crueldad del funcionario el reo era abandonado y moría desangrado por los mordiscos y desgarros de la rata al comer su carne.
La hoguera, en todas sus vertientes fue desde luego la mas utilizada, por lo general se acostumbraba a colgar los libros del cuello de los acusados para que sus escritos muriesen con el. Esa tortura por supuesto no era para obtener confesión sino como parte de un castigo o una sentencia. Por lo general a fin de que no se soltasen de sus ataduras al quemarse con el fuego estas, eran atados con cadenas metálicas.

También se dio mucho uso a las marcas de fuego, se solía hacer con hierros candentes, mientras el reo, atado veía como se le acercaba la barra de hierro ardiente o la herramienta de marcar y bajo el dolor de las quemaduras iba confesando.
La rueda : Una vez estirado el acusado sobre una plataforma, los verdugos daba vuelta una rueda en cuya superficie habían colocado trozos de madera por debajo de codos, rodillas y muñecas, que al pasar la rueda por encima del reo, iban triturando huesos y destrozando las rodillas y otros miembros. Luego lo amarran a la rueda, levantando de tal manera que de vueltas, en ocasiones en la parte de abajo colocaban fuego, que quemaba rostro y otras partes del cuerpo según pasaba este por la llama. En muchas ocasiones el reo no moría, sino era abandonado atado lleno de desgarros e inmovilizado a merced de que los cuervos y otros animales arrancaran tiras de su carne y vaciaran las cuencas de los ojos de la víctima, hasta que a ésta le llegaba la muerte.

Había otros muchos métodos, entre ellos el del agua, el colgarlos con los brazos hacia atras, arrancamiento de uñas d epies y manos y otras tantas barbaridades que hacían temer al más valiente.

En ocasiones estas torturas, se efectuaban al aire libre y era motivo para que muchedumbres ansiosas de ver correr la sangre o el morbo de ver sufrimiento, en otras ocasiones eran obligados a asistir como forma de enseñar lo que significaba desafiar la autoridad de la iglesia.

Esta breve descripción de algunas torturas es solo una pequeña muestra de la imaginación sádica a la que algunos inquisidores llegaban. Según reza un documento de la época la costumbre era que el inquisidor y el obispo debían de estar presentes al imponer la tortura al reo, el procedimiento era el siguiente : Al prisionero le eran mostrados los instrumentos de tortura y era invitado a confesar, con la condición de eludir el castigo. Si este rehusaba o negaba su culpabilidad, era desnudado y atado y de nuevo, esta vez mas vulnerable, era instado a confesar. Se le prometía misericordia si lo hacia. Estos hombres y mujeres estaban atados y desnudos ante los agrios e implacables frailes mientras veían como calentaban los hierros al rojo vivo, probaban las ruedas de tortura y engrasaban los mecanismos en preparación para su uso en sus propios huesos y cuerpo".

El siniestro metodo funcionó bastante bien para conseguir lo que quisieran del reo, desde un acto de confesión hasta delatar y declarar contra las doctrinas que supuestamente se combatían.
Se dejaban pequeñas pausas para permitir que el Inquisidor hiciera las preguntas. El notario anotaba las respuestas. Cada sesión duraba una media hora. Tiempo después, El notario preguntaba al torturado si se acordaba de aquello que había dicho bajo los efectos de la tortura; decía: "Bien, ahora vuélvelo a decir con toda libertad", y anotaba la respuesta. Si en aquel momento el sospechoso renegaba de aquello que había dicho bajo el influjo de la tortura, se debía pasar a una nueva sesión.

Ese básicamente era el método aplicado, pero según pasaba el tiempo los abusos se fueron sucediendo, en ocasiones el mismo tribunal de la inquisición estaba ansioso por conseguir beneficios económicos de la caza de herejes. Tanto fue así que para el año 1360, cierto inquisidor dijo lamentandose : En nuestro tiempos no quedan muchos heréticos adinerados". Haciendo ver que ya no interesaba cualquier hereje, sino alguien importante y rico al cual sacarle beneficios para la iglesia.

Pocos sobrevivieron a las torturas y condenas de la Inquisición; Un caso muy sonado fue el de Bernard Délicieux nacido en Montpellier, en 1260. Tras entrar en la orden de San Francisco en 1284, fue atraído por las ideas de los beguinos, la sección masculina de las beguinas, (las de Joaquín de Fiore) y sufrió, sin duda, más directamente, la influencia de Pedro Juan Olivi, cierto monje franciscano también, cuyas teorías habían tenido gran éxito en Occitania. Al parecer Olivi, había tomado partido contra los abusos de la Inquisición que, por aquel entonces, levantaban gran indignación entre las poblaciones de las regiones de Toulouse, Carcasona y otras al sur de Francia. En Carcasona, fue el alma de una verdadera revolución que se apoderó de la ciudad fortificada, ayudó a liberar a los herejes detenidos en el "Muro" como se llamaban a las prisiones de la Inquisición dominica. Como las condena aplicadas por la ley seglar del Rey de Francia, quien además no tenia buenas relaciones con la iglesia, Bernard Délicieux pretendía apelar a la justicia seglar, apoyado además por los carcasoneses, el franciscano no dudó en oponerse y enfrentarse los miembros de la orden inquisitorial y fue acusado por ende de herejía catara, ideas que por supuesto el no albergaba.

Por ello para arrancarle confesión, fue sometido tres veces a la tortura y a veintiséis interrogatorios, logrando sobrevivir a todos estos. En compensación, fue condenado a la pérdida de los derechos civiles y a la cadena perpetua en una mazmorra, donde por fin muere en el 1320, fue uno de los pocos casos que se conoce de haber sobrevivido a tales crueldades.

Una vez viendo que los herejes parecían haber dejado de ser un peligro para la iglesia, otro papa, esta vez Juan XXII, en 1320 dio inicio a la llamada caza de brujas, fueron cientos de miles las personas severa e injustamente torturadas por una simple acusación verbal que se hacía de forma anónima. Se dice que durante un periodo de menos de 50 años se había matado a unos 30.000 supuestos brujos y satanistas. Lógicamente se pone en duda que hubiese tantos brujos o satanicos en ese tiempo, por lo que creemos que en la mayoría de los casos se trataba de inocentes, ajusticiados por otros motivos y que detrás hubiera oscuros intereses, economicos, venganzas o envidias vecinales.

En España sobresalió tanto en poder, crueldad y duración, lo que se denominó la Inquisición Española. Esta surgió ya en 1356 liderada por Nicolás Eimeric, quien fuera muy activo contra alquimistas, astrólogos, y cátaros en la región catalana.
Pero en realidad no fue establecida de forma oficial y casi independiente de la inquisición europea, hasta 1479, a instancias de los reyes catolicos y bajo la batuta del terrible y famoso inquisidor, Tomás de Torquemada , también dominico. Se dice que durante el periodo en el que ejerció como inquisidor principal, mandó a quemar entre dos mil y diez mil personas, según la fuente que se consulte. A otras decenas de miles le impuso humillantes y duros castigos, cuando no, cadenas perpetuas.

Tal fue la dureza de este inquisidor general, que su nombre ha llegado a ser sinónimo de crueldad fría y de celoso e implacable torturador. El caso es que bajo su dirección la edad para acusar a alguien de hereje era desde los 12 años para las niñas y 14 para los niños. Se especializó en perseguir a judíos y conversos, mozárabes, y cristianos que hayan vivido cómodamente durante la época de ocupación. La quema de libros judíos y árabes, significó un retroceso cultural en España, hasta el grado de embrutecer a la población.

Notemos el siguiente relato que indica la lucha de las diferentes ordenes por llevar la voz cantante en la inquisición española y el grado de maldad a la que se llegó, se trata de un relato sobre la inquisición sevillana del siglo XVI, extraído de un documento de la Universidad de Sevilla, que dice así: El Tribunal del Santo Oficio inició su actuación teniendo como sede el convento de San Pablo de los dominicos. La orden dominica, jugándose su prestigio y tratando por todos los medios de aventajar a su más próxima rival, la Orden Franciscana, no tuvo empacho en convertir su convento en cárcel pasajera de los hombres y mujeres "más culpados" de la herejía, al menos de los seis que inauguraron el quemadero de Tablada el 6 de febrero de 1481. Allí fueron quemados seis hombres y mujeres en los llamados "cuatro profetas", "cuatro grandes estatuas huecas de yeso... dentro de las cuales metían vivos a los impenitentes para que muriesen a fuego lento". En el auto predicó el dominico Fray Alonso, "celoso de la fe de Jesucristo e el que más procuró en Sevilla esta Inquisición".

Así la inquisición española, llegó a convertirse en la mas potente de todas las inquisiciones que se establecieron en Europa, llegando a aplicar castigos en America, cuando desde 1492, la iglesia quiso convertir de forma obligada a los indigenas de aquellas lejanas tierras.

Cuando surgió la reforma protestante, el papa Pablo III en 1542 hizo a petición de cierto cardenal llamado Juan Pedro Carraca estableció en Roma la Congregación de la Inquisición, conocida también como la Inquisición romana y el Santo Oficio. Seis cardenales, incluido Carraca, constituyeron la comisión original, cuyos poderes se ampliaron a toda la Iglesia. El Santo Oficio era una institución nueva aunque con rasgos similares a su antecesora. Quizás mas libre del control episcopal de la anterior, concibió también su función de forma diferente. Mientras la Inquisición medieval se había centrado en las herejías que ocasionaban desórdenes públicos, el Santo Oficio se preocupó de la ortodoxia de índole más académica y, sobre todo, la que aparecía en los escritos de teólogos y eclesiásticos destacados. Fue como una policía que vigilaba desde dentro lo que se cocía en monasterios, ordenes e instituciones que actuaban con cierta independencia dentro de la iglesia. Fue la responsable de elaborar la famosa "lista de libros Prohibidos", allá por el años 1559 y fue este estamento quien juzgara e hiciera retractarse a Galileo en 1633. Por lo tanto fue realmente un poderoso instrumento en pro de aplastar y ahogar cualquier brote ajeno a la mala hierba.

La inquisición en Europa fue perdiendo poder a medida que avanzaba el renacimiento y llegando la reforma, apenas ejercía, una vez se inicio la llamada época de la ilustración en el siglo XVII, prácticamente había desaparecido. Pero no así en España que permaneció durante mas tiempo, así, la última ejecución en la hoguera de la que se tiene constancia se efectuó en Sevilla en 1781. Pero cuando Napoleón invadió España, fueron liberados los últimos presos de la inquisición encarcelados según se dice en mugrientas cárceles. La inquisición española no fue disuelta totalmente hasta el año 1834, mas no por orden del papa, sino por un real decreto del 22 de Abril firmado por la Reina española.

Si bien en los inicios la Inquisición logró sus objetivos de quemar todo brote de ideología opuesta al catolicismo, con el tiempo, estas mismas cosas fueron las armas que utilizaron los que renegaron de una iglesia prepotente y cada vez más dictatorial. Lamentablemente algunos reformadores utilizaron los mismos métodos para aplastar a quienes no servían a sus propósitos. Pero eso será capitulo aparte.
En realidad el tribunal de la inquisición continúa hasta nuestro días, pero con otro nombre : Sagrada congregación para la doctrina de la fe, decisión tomada en 1965, por el papa Juan XXIII. Quienes son juzgados por este tribunal no pueden por las propias normas de los estados, ser ajusticiados, por ello los castigos van desde la prohibición de escribir y hablar en público, hasta la excomunión. Uno de los últimos papas "Benedicto XVI, pertenecía a esta orden, por lo cual de haber sido papa en la edad media, la mecanica de poder de la inquisición hubiese alcanzado niveles insospechados.


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