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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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El cisma de Occidente : La pugna de los tres papas

















Juan XXIII , Benedicto XIII el papa Luna y Gregorio XII, fueron lideres de una iglesia dividida



Las riquezas y el poder de la iglesia después del inicio de la terrible inquisición y tras los saqueos de las cruzadas, aumentaron en gran manera, hasta el grado de que lejos de alejarse del llamado poder temporal, termino con el que hacían referencia a los gobernantes, buscaban dominarles para poder obtener de ellos mas riquezas si cabía. No olvidemos que años atrás los cruzados habían saqueado la las riquezas de la gran Constantinopla, y gran parte del botín fue a parar a manos del papado.

Por otro lado la venta de indulgencias, como hemos visto también significó una suculenta fuente de ingresos para las arcas de la iglesia. Así que a principios del siglo XIV, era tal la capacidad económica de la iglesia católica que era capaz de comprar ciudades enteras. La guerra de los cien años entre Francia e Inglaterra, estaba en pleno apogeo, sin embargo en eso la iglesia o no tenía poder o no tenía interés en evitarla.

Pero, debido en parte a esa guerra que surgió en este siglo, hubo un hecho insólito, tras siglos de ser Roma la sede principal de la Iglesia, debido a conflictos políticos y pugnas entre las familias poderosas italianas, los papas apenas se hacían ver por la que se suponía era sede principal, por el peligro que eso significaba. Así que debido al expreso deseo de un papa de origen francés, Clemente V, la sede del papado se mudó a Aviñón, esto que pudiera significar un gesto para mostrar que el liderazgo de la iglesia no dependía de un lugar en concreto, tiempo después supuso una serie de conflictos en los que se mezclaba política con intereses económicos y religiosos, y llegó a finales de siglo a lo que se conoció como el cisma de occidente.

No se trataba de un cisma como el de los donatistas, arrianos o en los últimos tiempos con la iglesia ortodoxa, en realidad fue una lucha interna que dividió a la iglesia y a punto estuvo de romper Europa en varios bandos, pero una división sin ideología. La razón no fue otra que la pugna y lucha de poder de hasta tres lineas sucesorias que ostentaron el titulo de Papa, en la parte final del siglo.

Pero la historia de esta convulsa situación, empezó realmente en el año 1294, cuando es elegido papa Celestino V, un eremita, monje de la orden establecida siglos atrás por Benito de Nursia, que por lo que se sabe, era además apreciado por el populacho. Al parecer tenía ideas e intenciones buenas con respecto a dar una imagen mas cercana de la iglesia hacia la gente común, por aquello de haber sido monje y vivir en sencillez, rechazó vivir en la opulencia de Roma, y estableció sede en Nápoles. Además nombró entre los principales cardenales a un nutrido grupo de franceses, llegaron a ser mayoría, lo cual influyó en los acontecimientos posteriores.

Pronto se dio cuenta de la compleja situación en la que estaba la iglesia que el quería defender y cambiar, había demasiadas cosas que cambiar, entre otras, la influencia tan grande que ejercían los gobernantes y esa unión con los poderes temporales que no daban buena imagen a la iglesia y los alejaba de su propósito. Su deseo de volver a los orígenes lo impulsó a querer unificar primero a las diferentes ordenes y dar más prioridad a las obras que algunas de ellas desarrollaban sobre todo la predica personal, obra abandonada hacía siglos. Se centró primero en la orden originada por Francisco de Asís, los franciscanos, y su deseo era que las dos tendencias, los "Hermanos espirituales" y los conventuales, se unificaran bajo las verdaderas y originales reglas del de Asís, aunque bajo el control de la iglesia.

Eso disgusta a otros cardenales que deseaban que los espirituales fueran declarados herejes. Por otro lado, la política dominaba gran parte de las decisiones papales, y el deseaba poder ser independiente de ello y centrarse en lo plenamente religioso. Pero pronto se da cuenta que los lazos tan fuertes que se han creado con los poderes temporales, hacen casi imposible una iglesia independiente y centrada en lo espiritual, para ello, primero tendría que empezar por excomulgar a los gobernantes franceses e ingleses que estaban enzarzados en una guerra que duraría nada menos que cien años. La limpieza dentro de la iglesia era algo aún mas difícil, ya que algunos obispos y cardenales estaban tan agarrados a su poder que eso significaría una guerra interna asegurada.

La elección de Celestino V, por el hecho de ser un monje y el apoyo que dio al movimiento franciscano fue interpretado por algunos como el inicio de la llamada edad del Espíritu y la esperanza del Pastor angelicus, anunciada por Joaquín de Fiore. Se esperaba la victoria de la Iglesia espiritual sobre la Iglesia carnal, una dirigida por el ministerio monástico. Para muchos, la elección de Celestino V parecía suponer la solución a muchos de los problemas que la estaban corrompiendo.

Pero la presión fue demasiado dura de soportar, pocos meses después de ser nombrado dirigente principal de la iglesia, Celestino V, decidió dimitir, para lamento y tristeza de los que esperaban algo más de el. Aquello sentó un precedente insólito, un papa podía dejar su cargo por si mismo, no por ser declarado hereje, sino por no verse cualificado, eso, que debía ser lo más normal del mundo y en el cristianismo apostólico era de esperar cuando alguien no se sentía capacitado o no pensaba que rellenaba los requisitos para ostentar algún cargo de responsabilidad, pero dado la situación de corrupción y ambición que había en la jerarquía eclesiástica, era todo una noticia.

Los siguientes papas volvieron a retroceder en los tímidos pasos dados por el dimitido papa, y de hecho hasta eliminaron algunas de las pocas decisiones que Celestino V había tomado, y volvieron a demostrar las corruptelas de las que para ese entonces estaba inundada la iglesia. Uno de ellos, Bonifacio VIII, su sucesor, un ambicioso hombre de recursos, quien se dice que consiguió llegar al poder, sobornando a algunos cardenales, no tuvo reparos en deshacerse del malogrado ex-papa. Así temiendo y desconfiando de la honradez de Celestino, pensaba que este pretendía crear un cisma o división, por ello, lo primero que hizo fue enviar a buscarle para apresarlo. Pese a tratarse de un hombre de casi ochenta años, Celestino logró escapar de sus captores en dos ocasiones, aunque por fin fue prendido y Bonifacio logró encarcelarle en un castillo de su propiedad, donde murió dos años después, en condiciones precarias. En realidad se trataba de una antigua enemistad, se cree de hecho que Bonifacio estuvo detrás de la dimisión de Celestino, y fue quien lo presionó para tomar esa decisión, para así poder hacerse con el poder.

Eso no lo libró de sus enemigos, pues pronto se vio enfrentado al rey de Francia, Felipe el hermoso, por ciertos nombramientos controvertidos en su país. Hubo un cruce de acusaciones entre uno y otro, dictando Bonifacio VIII, la siguiente decisión en un concilio celebrado en el año : existen dos gobiernos, el espiritual y el temporal, y ambos pertenecen a la Iglesia. El uno está en la mano del Papa y el otro en la mano de los reyes; pero los reyes no pueden hacer uso de él más que por la Iglesia, según la orden y con el permiso del Papa. Si el poder temporal se tuerce, debe ser enderezado por el poder espiritual (...) Así pues, declaramos, decimos, decidimos y pronunciamos que es de absoluta necesidad para salvarse, que toda criatura humana esté sometida al pontífice romano.
Que diferente a las palabras de Jesús: mi reino no es de este mundo, pero eso era ya historia pasada para los papas de ese tiempo. Por otro lado, los privilegios que algunas ordenes como los fraticelli, habían obtenido de Celestino V, fueron derrogadas y por ello los Hermanos espirituales, fueron investigados como si de una herejía se tratara, eso conllevó a una enemistad y rechazo de estos a su autoridad. Pero Bonifacio VIII, tuvo enemigos incluso dentro de los cardenales importantes, precisamente un grupo del colegio cardenalicio de Anagni, donde el tenía una residencia veraniega, se unió al enviado de Felipe IV, un tal Guillermo de Nogaret, y lograron secuestrar al papa, hasta que una revuelta popular dirigida por los apoyadores de este, obligaron a liberar a Bonifacio. Este murió un mes después, probablemente a consecuencia del trato infringido por sus captores.

El siguiente papa Benedicto XI, lo primero que hizo fue excomulgar a Guillermo de Nogaret, pero no a su jefe, a quien lo envío, Felipe IV, para evitar lo que pudiera haber sido una guerra contra Francia. Aquella expulsión en realidad fue cara a la galería, pues fue precisamente este Guillermo quien tuvo parte importante en el juicio contra la orden de los templarios, participando en el jurado que los acusó de herejía, junto a otros obispos inquisitoriales, quienes no tuvieron reparos en compartir mesa con un excomulgado.

Benedicto XI, murió envenenado meses después, se cree que detrás estaba precisamente Guillermo de Nogaret, pero jamás se pudo demostrar, muchos enemigos se había granjeado este papa. Pero si fue este quien lo hiciera, pronto también probaría de su propia medicina, ya que Guillermo murió también envenenado, poco tiempo después.

Otro efecto del papado del dimitido Celestino V, fue el hecho de otorgar poder mayoritario a los cardenales franceses, frente a los romanos o italianos. Ello de alguna manera contribuyó a que el siguiente papa, tras la muerte prematura de Benedicto XI, y tras mas de un año de vacío, por no haber acuerdo, se eligiese bajo presión y amenazas al llamado Clemente V. Este estableciera el papado en Francia, mas concretamente en Aviñón, comprando gran parte de la ciudad, con las recaudaciones de las indulgencias, le siguieron otros papas que continuaron con la sede francesa, la cual llegaron hermosear y llenar de opulencia. Este hecho que no debía tener mucha importancia, creo malestar y división, no olvidemos que Francia e Inglaterra estaban en plena guerra y el que el país galo albergara la sede católica, era mal visto desde el mundo anglosajón.

Eso se mantuvo así por unos setenta años, hasta Gregorio XI, quien decidiera trasladar la sede de nuevo a Roma. Pero esto guarda relación con un hecho insólito o por lo menos inaudito. Se dice de Gregorio XI, intentó mediar en la finalización de la guerra entre Francia e Inglaterra, pero no lo consiguió, probablemente por el recelo de los ingleses quienes no ven una posición neutral en un papa de Aviñón. También se habla de que pudo pactar una paz entre los diferentes reyes españoles, de Castilla, Aragón y Navarra, forzando alianzas matrimoniales entre ellos para evitar una guerra entre ellos.

Sin embargo no se trata de un papa pacificador, pues al nombrar cardenales mayoría franceses, como hicieron los anteriores, ello significó revueltas en Roma y la invasión de algunos territorios pontificios por parte de un milanés llamado Bernabé Visconti, de una importante e influyente familia de nobles del norte, quienes se apoderaron de la Reggio Emilia, comprando la ciudad. Eso enfureció al papa, quien tras excomulgarles, declaró la guerra contra estos, aliándose con varios reyes, entre ellos la reina de Nápoles, el de Hungría, e incluso con un jefe de mercenarios ingleses, todos ellos interesados en que el pontificado volviera a un territorio no francés, con esos apoyos logró expulsar a los invasores e intentó volver a Roma, pero los florentinos se alíaron de nuevo con Bernabé Visconti y crearon revueltas que hacían difícil la vuelta de este a Roma. La respuesta contundente del papa fue excomulgar a Florencia y a todos sus habitantes, además de desposeerles temporalmente de todos sus bienes, una decisión que crea una catástrofe económica en Florencia.

Una decisión que a la larga le acarrearía más problemas, pues otras pequeñas naciones italianas se aliaron con estos y se rebelaron. Una de estas ciudades fue Cesena, al noreste, se enfrentaron al poder papal y fue aplastada de forma brutal por orden del legado papal, el cardenal Roberto de Ginebra, quien apoyó la masacre de más de cuatro mil civiles, algo que en aquellos tiempos se consideraba una atrocidad, ya que una cosa era matar soldados y otra muy distinta, masacrar civiles indefensos.

Todos estos sucesos, fueron antesala de lo que se avecinaba, pero la muerte de Gregorio XI, en 1378, significó el final de un periodo, y el inicio de un conflicto eclesiástico mayor que duraría unos cuarenta años y dividiría a Europa.
Cuando se reunió el conclave que debía decidir quien sería el sucesor de Gregorio XI, una gran muchedumbre de exacerbados amenazó a los cardenales para que de ninguna manera fuera designado otro papa francés. Bajo amenazas por parte de numerosos partidarios de la vuelta del papado a Roma, se exigió que el elegido fuera italiano, aquello hizo que se en Abril de ese mismo año, se escogiera bajo tremenda presión a Bartolomeo Prignano, conocido como Urbano VI quien no era cardenal sino arzobispo, por ello muchos no estuvieron de acuerdo en su elección. Entre estos estaba Roberto de Ginebra, de la influyente casa de los Saboya ,quien aunque al principio aceptó la decisión, junto a otros trece cardenales franceses se opusieron después a su elección, por haberse efectuado anómalamente y coaccionados en su libertad e independencia.

Efectivamente, según las propias normas católicas no había sido una elección correcta, pues fue bajo presión externa, pero ese casi era un mal menor, teniendo en cuenta que durante los últimos siglos, hubo muchos papas que fueron elegidos por simonía, comprando el voto de los cardenales para su elección, envenenando a sus antecesores y protagonizando vergonzosas maniobras. Por ello escandalizarse por ser escogido un papa de forma anómala, era como mínimo una cínica hipocresía.

Pero no perdieron tiempo los opositores a Urbano VI, pocos meses después el 20 de Septiembre de ese mismo año, se reunieron estos y decidieron nombrar al propio Roberto de Ginebra como papa, llamado Clemente VII, y tomando de nuevo Aviñón como sede. El rey de Francia, aceptó de buena gana a este papa, al igual que los territorios dominados por la familia de Roberto, los Saboya, al cual se unieron otros estados, desde Portugal, pasando por Castilla, Aragón, Navarra, Dinamarca, Noruega y Escocia, aparte de algunos estados alemanes. Pero los territorios italianos, enfrentados entre ellos, se unieron esta vez para oponerse al nuevo papa francés y aceptar como real al establecido en Roma de forma irregular, Urbano VI. A ellos se unió como no, Inglaterra, en oposición a su eterno rival, al igual que lo hiciera Flandes, de esa manera Europa se veía fragmentada en territorios católicos, unos afines al papa de Aviñón y otro al de Roma.

Las decisiones de Urbano VI, mostraban la convulsa situación y la ambición de poder que movía a los papas de aquella época, por ejemplo Nápoles, por influencia de sus dirigentes, empezó a apoyar a Clemente VII, el papa de Aviñon, y como respuesta envió el papa de Roma a que se destituyera a su reina, nombrando a otro gobernante afín a el, a un tal Carlos de Durazzo. Pero este también hubo de enfrentarse a Urbano por no favorecer a un familiar suyo, y esto llevó a enfrentamientos violentos en aquella región, era el método utilizado para obtener apoyo y demostrar que el era el legítimo papa.

En agosto de 1387 Urbano VI proclamó una cruzada contra Clemente VII y al siguiente mes, salió a Perugia donde permaneció casi un año, reclutando soldados para una campaña contra Nápoles que había caído nuevamente en manos de los clementinos y cuya posesión era muy importante para sus intereses. Pero al no recibir su paga, la tropa desertó y Urbano no tuvo mas remedio que regresar a Roma, sin lograr sus objetivos. En realidad el papa de Aviñón tenía el apoyo, quizás no de las naciones de mas población, pero si las más importantes, además de miembros de mucho peso tanto religioso como político.

Una vez muerto Urbano, la curia romana no cedió al apoyo mayoritario que estaba teniendo el papa de Aviñón, y nombraron a un napolitano, al que se asignó el nombre de Bonifacio IX, quizás con el deseo de ganarse a Nápoles y con ello todo el sur de Italia para su causa.

Pero Bonifacio, pese a ser más diplomático que su predecesor, se aferró al cargo y procuró obtener el mayor beneficio posible de este, según fuentes cercanas a su tiempo era ambicioso y lo que le interesaba era el dinero y favorecer a sus más cercanos amigos y familiares. Bonifacio IX fue el primer papa en introducir en la Curia romana la formula de renta conocida como annates perpetuæ, o reserva de la mitad de los frutos del primer año de cada beneficio otorgado, fue un impuesto más que añadir al pueblo para beneficio de los cardenales y arzobispos y para el mismo, además de las otras rentas tradicionales que ya recibían. Se le conoció además por otorgar beneficios especiales para su familia, lo cuál lo acercaba al nepotismo.

Sucedió que, nada mas ser nombrado, Bonifacio fue excomulgado por Clemente VII, el papa de Aviñón, y este a su vez también excomulgó a Clemente, lo cual demuestra que lejos de acercar posturas ambos alimentaron la división. Como vemos este era un cisma, cualquier cosa, menos religioso o ideológico, lo cual tendría alguna razón de ser, pero era mas político y económico.

Eso hizo surgir en aquella época algunos movimientos que disimuladamente iban buscando una luz en aquella penumbra, en Inglaterra surgió la figura de Wycleffe, quién como veremos denunció los atropellos que el clero romano hacía contra el pueblo, por aquello de las indulgencias y sobre todo por no centrarse en lo más importante, el conocimiento bíblico, que en realidad iba contra sus intereses.

También al final de 1399 grupos de penitentes, conocidos como los Bianchi, o Albati (penitentes blancos), se alzaron, sobre todo en Provenza e Italia. Solían ir de ciudad en ciudad, vestidos con vestiduras blancas, encapuchados con una caperuza que les cubría la cara, tan sólo con aperturas para los ojos y portando en su espalda como símbolo, una cruz roja cosida. En Castilla y otros reinos hispanos, surgieron los flagelantes, y todos estos grupos buscaban en la disciplina y el sufrimiento un acercamiento a lo que padeció el Mesías, para de alguna manera mostrar que su propia iglesia estaba muy alejada del sufrimiento que identificaba a los seguidores de Cristo. Durante algún tiempo su entusiasmo penitencial obtuvo buenos resultados y fueron muchos quienes se unieron en Italia a esta procesión de penitentes. Pero Bonifacio con el tiempo desaprobó estas muchedumbres errantes, pues los veía como una presa fácil de agitadores y conspiradores, finalmente los disolvió y prohibió.

Gregorio XII, el papa dimisionario,  Benedicto XIII, el papa Luna y Juan XXIII, el tercero en discordia

Una vez muerto Clemente VII, fue nombrado el español Pedro de Luna, con el titulo de Benedicto XIII, pero conocido a través de la historia como el papa Luna. Para ese tiempo la situación se tornó insostenible, pues se temía que incluso pudiese provocar una guerra, no por algo el papa Urbano VI, poco tiempo antes había declarado una cruzada contra los papas de Aviñón, con poco éxito, pero según iba pasando el tiempo, al fuego se le iba echando cada vez mas leña, hasta el grado de prender los cimientos de la iglesia católica. El nuevo papa de Roma Inocencio VII, simplemente se limitó a culturizar un poco a su porción del pastel, pero sin resolver nada.
 
Todavía hubo un sucesor más por parte del papa con base en Roma, pues a la muerte de Inocencio VII en 1406, le siguió el veneciano Gregorio XII, pero tampoco puso mucho de su parte para arreglar el asunto, es mas, por temor a ser muerto por el papa adversario, ambos evitaron un encuentro, y al igual que el papa Luna, Gregorio XII, pensó que mejor era esa situación anómala, que padecer cautiverio o muerte ignominiosa, prueba clara de que ninguno se sentía el verdadero líder de su iglesia, simplemente buscaban aferrarse al poder. Pese a que su elección fue a condición de que renunciase si el otro papa lo hacía.

Algunos líderes, curiosamente políticos estaban mas preocupados por el problema, que las partes envueltas en el conflicto. Desde la Universidad de París, se intentó establecer tres formas de poner fin a la engorrosa situación: La primera consistía en que ambos Papas dimitieran, la segunda, que se reuniera un Concilio y se decidiera definitivamente la cuestión, y la tercera, la designación de un árbitro con acuerdo de partes.

Se decidió por la segunda solución, y se convocó un concilio, en Pisa, donde se acusó a ambos papas y se pidió que dimitieran o fueran destituidos. Pero sin que ninguno de los dos papas en conflicto aceptaran esa disposición, se decidió por parte de un nutrido grupo de cardenales, nombrar a un papa que sustituyera a ambos, para ello se eligió al franciscano Pedro Philargés, con el nombre de Alejandro V. Pero lejos de solucionar el conflicto, ello significó un problema añadido, pues ahora había no dos sino tres papas, y eso significaba más confusión, sobre todo entre la clerecía, pues al pueblo poco efecto le hacían tantos revuelos, ellos sencillamente estaban de espaldas a todo. Ni Gregorio XII, ni Benedicto XIII, reconocieron la validez del concilio de Pisa, por considerarlo anticanónico ya que entendían que sólo el Papa tenía potestad para convocar un sínodo, y ese no había sido el caso. Así que de manera unilateral Gregorio XII, que además había nombrado otros diez cardenales para reforzar su posición, convocó su propio concilio en la Ciudad de Friuli aunque con una escasa asistencia, y allí se declaró tanto a Benedicto XIII como a Alejandro V, cismáticos además de devastadores enemigos de la Iglesia. En medio de todo el conflicto Alejandro V, el papa de Pisa, muere envenenado, pero no por ninguno de los papas enemigos, sino por el que llegó a convertirse en su sucesor, Baldassare Cosa, llamado Juan XXIII, (No confundir con el Juan XXIII del que dirigió la iglesia entre 1958 a 1963, a quien se le asignó el mismo nombre pues al anterior se le consideró antipapa). A Juan XXIII se le considera una persona ambiciosa, mundana, nada espiritual y con mas dotes de codicioso político, pese a que fuera obispo, y cardenal nombrado en los tiempos de Bonifacio. Es muy posible que el lector a estas alturas esté confundido con tantos nombres y le sea difícil seguir la linea de tantos papas y tantas corruptelas y anomalías en los nombramientos, pero es importante conocer todo esto para comprender el porqué de la reforma protestante que se avecinaba.

Siguiendo con la historia, sucedió que, obedeciendo una resolución del Concilio de Pisa, Juan XXIII convocó un concilio que habría de reunirse en 1412 en Roma, con el supuesto propósito de aclarar de una vez por todas el problema sucesorio y al verdadero papa, pero no hubo acuerdo, sólo logró la condena de forma póstuma de los escritos de John Wycliffe, en un intento de frenar la distribución de su mensaje y su Biblia que iba llegando poco a poco al pueblo llano, en eso si parece que estaban todos de acuerdo, puesto que el trabajo de Wycliffe y los lolardos iba contra sus intereses.

En 1413 las relaciones entre Juan XXIII y Ladislao I, rey de Hungría, nación que apoyaba al papa de Pisa, se deterioraron hasta tal punto que éste invadió los territorios papales, obligando a Juan a huir con sus cardenales y refugiarse en Florencia, donde contó con la protección del emperador Segismundo a cambio de la convocatoria de un nuevo concilio que acabara con el cisma y que habría de celebrarse en Constanza en 1414 bajo la presidencia de Juan XXIII. Por ello a instancias de Segismundo el emperador, se organizó un concilio ecuménico que se reunió el 1 de noviembre de 1414, en la ciudad de Constanza, que declaró su autoridad sobre la del papado.

Y eso último disgustó a Juan XXIII, quien se sintió engañado, pues pensaba que iba a dirigir el el concilio y así se impondrían sus preceptos y saldría de allí como único papa de toda la iglesia. Pero viendo que todo se ponía en su contra, ya que surgió la acusación que sobre el recaía por la muerte de Alejandro V, decidió abandonar el concilio y huir, pero fue atrapado y obligado a compadecer ante el concilio donde el 29 de mayo, fue obligado a abdicar , además se le acusó de asesinato, violación, sodomía e incesto, por ello fue excomulgado y encarcelado durante tres años, un castigo poco ejemplar, si tenemos en cuenta que por herejía o hablar contra el papa, leer o tener una copia de la Biblia, el castigo era morir abrasado en la hoguera.

Quitado de en medio uno de los papas enfrentados, se llegó al acuerdo de dimisión de todos y la elección de otro a gusto de todos. Con ese acuerdo, por fin Gregorio XII el de Roma, decidió dimitir, para que por fin un solo papa, en este caso Martín V, se hiciera con el poder de toda la iglesia. Era una decisión, casi sin precedente, que no se repetiría hasta la renuncia de uno de los últimos papas en el siglo XXI. Aunque no hizo lo mismo el papa Luna, (el de Aviñón), quien por ello también fue acusado de herejía, para obligar a su destitución. Este lejos de ceder, se refugió en la costera ciudad hispánica de Peñiscola, donde se aprovechó de un antiguo castillo de los defenestrados templarios y allí vivió el resto de sus días, escondiendo documentos importantes, que se consideran secretos claves de la iglesia y que siguen siendo un misterio, el se siguió considerando el papa legitimo, y tuvo muchos seguidores, a el se le atribuye la frase: yo sigo en mis trece, que a pasado a la posteridad. Martín V envió a España a un legado con la misión de envenenar a Bendicto XIII (el papa Luna), pero no tuvo éxito. Así murió de forma natural en 1423 a los 96 años, fecha que se considera como el final real del famoso cisma de occidente, la mayor vergüenza y desfachatez de una iglesia corrupta que además significó el final de la llamada edad media.

Pero se puede decir que gracias a ese conflicto interno de la iglesia, algunos movimientos en pro de la distribución de la Biblia a los lenguajes vernaculos, pudieron surgir, como fue el caso de John Wycliffe, Jan Hus y los lolardos, sin que pudieran poner freno a su obra de forma total. Como consecuencia de eso se dio, por lo menos en Inglaterra y el centro de Europa un acercamiento al conocimiento biblico, que estaba vedado al pueblo llano de forma categórica y por decreto desde el concilio de Tolosa de 1229, aunque en la práctica se llevaba mas tiempo de ocultamiento de las escrituras. Esa falta de autoridad, preparó el camino para que decadas después otros reformadores surgieran de aquellas pequeñas aperturas de luz.



1 comentario:

  1. increible tanta corrupcion de la iglesia, que dice ser envidad de Dios.

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