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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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Ciencia y Cristianismo en el renacimiento : G. Bruno, Copérnico y Galileo

Sistema planetario de Ptolomeo, aceptado como oficial por la Iglesia hasta el siglo XVII


En el periodo que nos ha ocupado estos últimos capítulos hemos estado considerando el periodo conocido como “El Renacimiento”, tiempo en que la ciencia poco a poco se iba apartando y alejando de la religión con la que hasta ese tiempo prácticamente había compartido cátedra en las universidades. Sin embargo, hubo algunos hombres de ciencia de aquella época que destacaron por sus opiniones religiosas, quedaba lejos el caso de Roger Bacon, en la época del celebre Tomás de Aquino. Aquel inventor, teólogo, y eminente científico, fue silenciado por el poder de la Iglesia de su tiempo. Pero durante el Renacimiento todavía el poder de la cristiandad se encargaría de acallar a algunos de los hombres de ciencia ante descubrimientos científicos o teológicos que estos expusieron, uno de los casos mas dramáticos fue el del medico, descubridor de la circulación sanguínea, Miguel Servet, quién fue martirizado cruelmente por rebatir la doctrina de la Trinidad.

         Hubo otro caso, menos conocido, pero no por ello menos dramático, el del astrónomo napolitano Giordano Bruno. Este dominico, que además de astrónomo, fue filósofo y poeta, nació en 1548 en Nápoles. Alrededor de 1566, mientras era instruido para ser sacerdote fue censurado por rechazar las imágenes en las iglesias, al discutir con las autoridades religiosas del instituto donde estudiaba y demostrar que la Biblia no aprueba el uso de imágenes en la adoración. Bruno abogaba porque se suprimieran todas, salvo el crucifijo por representar al señor. En ese primer momento no fue condenado, de hecho en 1572 fue ordenado sacerdote dominico en Salermo y en 1575 recibió el titulo de Doctor en Teología de la orden de Santo Domingo Mayor.  Sin embargo, tan solo un años después, en 1576 de nuevo se levantaron sospechas sobre sus verdaderas convicciones católicas, pues a menudo ponía en duda diferentes doctrinas y sobre todo seguía insistiendo en su rechazo a las imágenes religiosas de Santos y Santas que empezaban a proliferar en las iglesias. Debido a que la inquisición le seguía sus pasos, tuvo que huir a Roma, donde unos conventuales le dieron asilo, para más tarde marchar a Francia y por último refugiarse en Ginebra.

         Fue poco después de llegar a Ginebra en 1576 cuando abandonó los hábitos por su acercamiento al calvinismo.



Giordano Bruno, mártir por afirmar entre otras cosas la posible existencia de otros sistemas planetarios.


Aunque también tuvo problemas con Calvino, a quien criticó afirmando que había cometido por lo menos 20 errores de interpretación bíblica. Con el tiempo también decidió abandonar el calvinismo por no encontrarlo acorde a la libertad intelectual. Posteriormente, fue profesor en la Universidad de Oxford, allí y en sus publicaciones insistía en contra de que la tierra fuese el centro del universo y desafió una idea aceptada desde los tiempos de Aristóteles, al afirmar que el universo era infinito y compuesto por numerosos mundos, parecidos a los del sistema solar, de hecho en 1584 escribió un tratado sobre ese asunto al que titulo : De infinito Universi e mondi.

Pese a sus controversias ideológicas, su fama de sabio y divulgador, además de poeta y filósofo le sirvieron para darse a conocer en muchas importantes universidades, donde fue adquiriendo renombre. Viajó por varios países europeos como profesor en distintas universidades o dando conferencias y escribiendo trabajos sobre cosmología, física, magia y también sobre la memoria. Por aquella época, se acercó al luteranismo, al que veía menos intransigente que el calvinismo, pero también tuvo problemas, pues empezó a exponer una idea utópica sobre la posibilidad de coexistencia pacífica de diversas religiones, eso en pleno conflicto católico-protestante no fue bien aceptado en Alemania, y eso le reportó otra excomunión, ahora la de la iglesia luterana.

En 1591 escribió su libro "Sobre lo Inmenso y los Innumerables", que de nuevo incidía en el tema de la posibilidad de existencia de otros mundos como el nuestro en otros sistemas solares. Aparte de esto, creía que el universo es infinito, que Dios es el alma del universo y que las cosas materiales no son más que manifestaciones de un único principio infinito. Fue invitado por un noble veneciano, Giovanni Moncenigo, quien habiendo leído su obra sobre el arte de la memoria, quería inquirir mas del filosofo napolitano. Se erigió en su tutor y valedor privado, y le ayudó a publicar muchos de sus escritos, por eso Bruno se sintió animado a volver a Italia. En 1592, sin embargo, Moncenigo le traicionó por ciertas ideas sobre la magia, que Bruno defendía. Así que sin pensarlo dos veces, denunció a Bruno ante la Inquisición que le acusó de herejía.

Giordano Bruno fue llevado en 1592 ante las autoridades romanas y encarcelado durante más de ocho años mientras se preparaba un proceso donde se le acusaría de blasfemo, de conducta inmoral y de hereje. Bruno no aceptó tales acusaciones y se negó a retractarse, en un juicio dirigido por Rómulo Belarmino, arzobispo, inquisidor y cardenal de la Compañía de Jesús, el 8 de febrero de 1600 fue leída la sentencia en donde se le declaraba herético, impenitente, pertinaz y obstinado. Se dice que dirigió la siguiente frase a los que le juzgaban: "Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla". Fue expulsado de la Iglesia y sus trabajos fueron quemados en la plaza pública.

Se dice que antes de ser ejecutado en la hoguera un monje le ofreció un crucifijo para besarlo, pero Bruno lo rechazó, diciendo que moriría como un mártir y que su alma subiría con el fuego al paraíso, de esa manera moría un científico religioso y librepensador, que creyó en la libertad de elección religiosa, fue quemado en una pira levantada en Campo dei Fiori el 17 de febrero del año 1600.


NICOLÁS COPÉRNICO y GALILEO GALILEI

Pero si hay un caso aún más recordado por la historia, ese es el de Galileo Galilei, quien injustamente fue obligado a retractarse y condenado al ostracismo. Pero en realidad el caso de Galileo, es un tanto extraño, pues fue condenado por afirmar y defender que la tierra no era el centro del universo y que esta se movía alrededor del sol, como otros planetas más de un sistema.

Decimos extraño, porque tan solo años atrás había muerto otro astrónomo que fue quien realmente planteó la teoría heliocéntrica, pocas décadas atrás, Nicolás Copérnico. Y este lo hizo basándose en un olvidado observador y filosofo griego llamado Aristarco de Samos. Curiosamente Nicolás Copérnico, quien tuvo miedo de publicar su teoría y esperó casi hasta los últimos años de su vida para hacerlo, nunca sufrió ni ataques, ni presiones religiosas, y su obra, que constaba de seis tomos, fue publicada con la ayuda entre otros de un obispo luterano alemán, llamado Tiedemann Giese y su primer volumen entregado al mismísimo papa Paulo III, el impulsor del Concilio de Trento y de la inquisición en Italia.



Estatua de Copérnico, el impulsor de la teoría heliocentrista.





Copérnico, quien había sido canónigo y muy religioso, ligado al catolicismo, escribió esta misiva al papa : "Santísimo padre; bien puedo suponer que ciertas personas, enteradas de que este mi libro Sobre las revoluciones de las esferas celestes, atribuyo a la Tierra ciertos movimientos, proclamarán que yo, sustentando tales opiniones, debiera ser escarnecido por mis disparates... Por eso estuve dudando por largo tiempo sobre si publicaría estas reflexiones escritas para demostrar el movimiento de la Tierra, o sobre si sería mejor, seguir el ejemplo de los pitagóricos y otros, quienes eran partidarios de enseñar sus misterios filosóficos solo a los íntimos y a los amigos, y de no hacerlo por escrito, sino de palabra como lo atestigua la carta de Lisis a Hiparco. Al considerar esta cuestión y el temor al escarnio que mi nueva y absurda opinión podría acarrearme, por poco me determina a abandonar el proyecto".

Sin embargo Nicolás Copérnico murió en paz, enterrado en los aledaños de la Catedral de Frombork, en Polonia, donde había ejercido de canónigo. El papa, quien en principio no hizo nada ni contra Copérnico, ni contra su libro, pues creyó que el mismo autor no creía lo que había escrito. Los efectos de los escritos de Copérnico sin embargo, llegaron más tarde e hicieron que muchas cosas cambiaran entre la ciencia y la cristiandad.

Por ejemplo en la universidades más importantes del lado protestante, el libro de Copérnico tuvo gran repercusión y fue materia de estudio, al principio solo para ciertos estudiantes selectos. Entre estos estudiantes selectos estuvo un matemático, llamado Johanes Kepler, quien llegó a convertirse en uno de sus más animados defensores.

Johanes Kepler, había nacido en el seno de una familia luterana y criado y enseñado en esas doctrinas, apreciaba su religión y de hecho siempre la defendió. Eso pese a que el mismo Lutero años atrás había condenado las teorías copérnicas del heliocentrismo, y había calificado a Copérnico de "astrólogo advenedizo" alegando que "Este loco quiere invertir toda la ciencia astronómica". Pero esa teoría era tan lógica y visiblemente probada que nada podía detenerla.

En el lado católico, sucedió algo parecido, los textos de Copérnico iban circulando y siendo estudiados, pero con más sigilo. Tan solo veintitrés años después de ser publicados, nacía en Pisa, Galileo Galilei, quien a la postre sufriría las consecuencias de la teoría expuesta por Copérnico. Galileo fue educado como católico, de hecho durante un tiempo convivió en un convento el de Santa María de Vallombrosa en Florencia donde recibió una formación religiosa. A Galileo le atraía la idea de unirse a la vida religiosa, pero su padre, un matemático, que quería que su hijo estudiara medicina, lo retiró del monasterio sin previo aviso y prohibiéndole volver, quizás en su vida tuviese algún desengaño religioso, que le hiciera tener esa actitud excéptica contra la religión que sin embargo no tuvo Galileo. Por ello con el tiempo Galilei, decidió estudiar ciencia, convirtiéndose en astrónomo, filósofo, matemático y físico, aparte de gran inventor y descubridor, por sus mejoras en el Telescopio, que le significó poseer la consideración como el padre de la astronomía moderna. Su contribución a la divulgación de la teoría heliocéntrica de Copérnico, le hizo acarrearse serios problemas con la Iglesia.

El problema fue que en aquellos tiempos, la interpretación bíblica y científica todavía eran reacias a reconocer las ideas de Copérnico. Entre los doctores de la Iglesia, había quienes aprobaban o reprobaban lo que se enseñaba en las universidades, y los más pinfluyentes querían que así siguiera. Encontraban una gran contradicción entre la teoría copérnica y los escritos de los maestros y padres de la Iglesia y supuestamente, las escrituras.

¿Que base había para encontrar una contradicción entre la Biblia y la ciencia? Si profundizamos un poco, realmente no había contradicción alguna. Pues en primer lugar se observa que las escrituras en ningún lugar se posicionan sobre si el sol y los planetas giran alrededor de la tierra o que la tierra gire alrededor del sol. Sencillamente en el Génesis se menciona que Dios dispuso dos lumbreras para que iluminasen una de día y otra de noche, pero lo hace sin indicar si estos girarían en torna a esta, o viceversa, no menciona en ninguna parte la idea de que la tierra fuese el centro del universo o que giraran planetas a su alrededor, pues ni siquiera los menciona.

Bien es verdad que en Génesis 1:8, se habla del firmamento, pero la expresión hebrea "rakiya" vertido como Firmamento en muchas Biblias, realmente significa expansión, dando la idea de algo extendido y expandido hacia afuera y allí es donde se encuentran las estrellas. Nada tenía que ver con el firmamento al que hacían referencia los egipcios de la antigüedad, quienes pensaban que las estrellas y demás objetos en el cielo, colgaban de una especie de cobertura colocada por los dioses por encima de la tierra.




El mundo según interpretaban en la edad media













El otro caso fue el del relato de Josué 10:12-14 cuando se menciona que milagrosamente se detuvo el sol, algunos interpretan en ello que con esa expresión se apoya la idea de que el sol gira alrededor de la tierra. Aparte de la posible explicación que pueda tener ese milagro, en el que no se dice : Dios detuvo el sol, no, sino que simplemente dice que después de la solicitud de Josué, para alargar el día, el sol se quedó inmóvil, por supuesto fue Dios quien tuvo que efectuar tal milagro, pero no se dice como lo hizo, solamente lo que ellos desde su punto de vista vieron.

Así que la expresión que hace pensar en que el sol se detiene, lo hace desde el punto de vista del que lo ve, tal como incluso en la actualidad se habla de salir el sol o ponerse, pues no hay otra manera de expresarlo, si lo que queremos expresar, deseamos que lo entiendan nuestros oyentes; así uno ve el sol salir y el sol ponerse, o el sol detenerse como en el caso del milagro. ¿O acaso cuando hablamos de amanecer y atardecer se debe pretender que digamos: por la mañana el movimiento de rotación de la tierra hace que la luz del sol aparezca en el levante y por la tarde el lado donde estamos la cara de la tierra donde estamos se coloca de espaldas al sol? Esa sería una forma ortodoxa de decirlo, pero poco práctico, siendo mucho más fácil y entendible expresarlo hablando de la salida y la puesta del sol. Las escrituras por tanto, al no ser un libro que pretendiera explicar el funcionamiento del universo, no necesita utilizar expresiones técnicas exactas o científicas para referirse a ciertos asuntos cotidianos, como hablar del amanecer o del atardecer, simplemente menciona eso utilizando el lenguaje coloquial. En el relato no se trata de explicar como funcionaba el sistema solar, o el universo, sino de como se alargó el día, haciendo que no hubiera aparentemente puesta del sol.

Es más, cuando la Biblia si trata de explicar algunos asuntos físicos o naturales lo hace de forma sencilla pero exacta, hasta el grado que incluso sorprende porque difícilmente se podían deber a la mente o ideas de los propios escritores. Por ejemplo, hablando sobre la posición del planeta en el espacio, dice en Job 26: 7 : Extiende el norte sobre el vacío y la tierra suspendida sobre la nada, utilizando en la primera frase el termino hebreo "Tojú", que básicamente indica la idea de yermo, vacío, desierto y en la segunda, la expresión "Belimá", literalmente significa un expresivo ¡Qué nada!, que indica la nada absoluta o un vacío incomparable. En contra de la idea por siglos aceptada de que la tierra estaba sobre algún objeto o que Dios mismo la sujetaba en sus brazos, creencia común en la época medieval.

Otro ejemplo se encuentra en Isaías 40:22 "El está asentado sobre el globo de la tierra", utilizando la expresión hebrea "Kjug" que literalmente significa, circulo o esfera. Para la época en la que se escribió el libro profético de Isaías, entre los sabios griegos y egipcios, con algunas excepciones, se tenía la idea establecida de que la tierra era plana. Incluso se utilizaban términos como Fin de la tierra, para referirse a puntos en los que los marinos no quería sobrepasar, por temor a caer en el abismo.

También se dice hablando sobre las profundidades de la tierra lo siguiente en Job 28: 5 "De la tierra viene el alimento, pero abajo está revuelta como por fuego" Haciendo referencia clara a la incandescencia interna del núcleo terrestre, algo de difícil demostración en aquella época y lugar, donde la ausencia de volcanes no apoyaban tal conclusión. Así pues las escrituras cuando se trata de explicar situaciones físicas, lo hace de forma exacta, pero cuando no se trata de eso, sencillamente utiliza expresiones comunes.

El problema en tiempos de Galileo, fue que la Iglesia y la mayor parte de la tradición científica y astronómica del momento, se negaban a abandonar lo que por siglos se había estado enseñando, la teoría Ptolemaíca que decía que los planetas y el sol, daban vueltas alrededor de la tierra. Fueron los griegos, desde Platón, pasando por Aristóteles, quienes defendieron la idea de que la tierra era el centro del universo. Pese a que hubo algunos sabios griegos disidentes al respecto a la idea del geocentrismo, Ptolomeo, nacido en el año 100, cuando ya se habían concluido el Apocalipsis y las últimas cartas apostólicas de Juan, fue el impulsor de esas ideas y quien las plasmó en un libro que pasó con el tiempo a formar parte de la enseñanza básica de los filósofos, maestros y de allí a la escolástica y las universidades medievales y renacentistas. Por lo tanto podemos concluir que en realidad la Iglesia estaba defendiendo contra la razón y la lógica de los descubrimientos copérnicos y las pruebas aportadas por Galileo, una teoría de un astrónomo no cristiano de más de 1500 años atrás, utilizado de escudo las escrituras, que ni siquiera se postulaban, ni hacían mención de tal asunto.

Curiosamente durante varios años el propio Galileo seguirá enseñando en Florencia, tanto en escuelas como universidades la teoría aristotélica y ptolemaica del universo, es posible que hasta que no pudo encontrar pruebas definitivas no la rechazó de forma categórica. Siendo como era respetuoso y devoto de su religión, es incluso invitado por la Academia Florentina a presentar lecciones sobre la forma, el lugar y la dimensión del Infierno de Dante. Por otro lado la presión que ejercía el respeto a las autoridades educativas en las universidades y sobre todo el peso que tenían los eclesiásticos en esa materia hacía difícil enfrentarse con nuevas ideas.

Solo el hecho de poder vivir una época en la que Florencia y sus alrededores, estuvieron protegidos de la presencia de la inquisición, logró hacer que Galileo se postulara de forma definitiva a favor de las teorías de Copérnico, sobre todo al poder demostrar fehacientemente que este tenía razón, mejorando incluso algunos detalles que el astrónomo polaco no tuvo en cuenta.

El 4 de marzo de 1610, Galileo publica en Florencia sus descubrimientos dentro de la publicación de Sidereus Nuncius, que fue resultado de sus primeras observaciones estelares. Para él, Júpiter y sus satélites son un modelo del Sistema Solar. Gracias a ellos, piensa poder demostrar que las órbitas de cristal de Aristóteles no existen y que todos los cuerpos celestes no giran alrededor de la Tierra. Él corrige también los errores de ciertos copérnicanos que pretenden que todos los cuerpos celestes giran alrededor del Sol, demostrando que solo son los planetas.

El 10 de abril de ese mismo año, muestra el descubrimiento de estos astros a la corte de Toscana, con gran aceptación. El mismo mes, da tres cursos sobre el tema en Padua, entonces encuentra el apoyo de otro grande en la astronomía, Johannes Kepler quien le ofrece su apoyo a Galileo. Pero el astrónomo alemán no confirmará este descubrimiento de Galileo, hasta septiembre, gracias a una lente ofrecida por este en persona.


Galielo Galilei, famoso por ser obligado por la inquisición a abjurar de sus descubrimientos astronomicos.



La fama de sus observaciones con los telescopios que el mismo construye, le hacen llegar a tener cierto renombre. Inclusive se sabe que el 24 de abril de 1611, a petición del Cardenal Belarmino de Roma, quien ya había llevado ante la inquisición a otro astrónomo Giordano Bruno, por sus ideas sobre otros sistemas, levanta una investigación sobre los descubrimientos y escritos de Galileo, por si las ideas expresadas por este se atenían a la verdad. El Colegio Romano, compuesto de jesuitas, y dirigido por Christofer Clavius, confirma al cardenal Belarmino que las observaciones de Galileo son exactas. No obstante, los sabios se guardan bien de confirmar o de denegar las conclusiones hechas por el florentino, porque piensan que sería reconocer que lo que hasta ahora enseñaban no era correcto.

Eso le salva temporalmente de ser acusado de herejía, pues al igual que los escritos de Copérnico, se les considera conjeturas que lanza, sin ser creídas o aceptadas por el autor. El problema es que Galileo si aceptaba con firmeza sus ideas y las conclusiones de sus trabajos, que además el empezaba a declarar de forma abierta, todo esto le acarreó problemas, primero solo con otros docentes, pero luego llegarían también con los jesuitas, los defensores a ultranza de la tradición católica.

En 1612, emprende una discusión con el jesuita Cristóbal Scheiner, un astrónomo alemán, sobre el tema de las manchas solares. Scheiner y otros famosos astrónomos de la época defiendan la incorruptibilidad del Sol argumentando que las manchas eran en realidad conjuntos de estrellas entre el Sol y la Tierra. Galileo demuestra sin embargo que las manchas están sobre la superficie misma del Sol, o tan próximas que no se puede medir su altitud.

El dominico Niccolo Lorini, profesor de historia eclesiástica en Florencia, pronuncia un sermón resueltamente opuesto a la teoría de la rotación de la Tierra. Y esto marca los comienzos de los ataques religiosos contra Galileo, pues al parecer utilizó el ya citado pasaje bíblico en el Libro de Josué, como arma teológica contra el.

El 20 de diciembre de ese mismo año, un sacerdote florentino llamado Caccini ataca muy violentamente a Galileo en la iglesia Santa María Novella. Mientras poco después, el 6 de enero de 1612, el sacerdote carmelita Paolo Foscarini, publica una carta tratando positivamente la opinión de los pitagóricos y de Copérnico sobre la movilidad de la Tierra, percibiendo el sistema de Copérnico como una realidad física, así empieza la controversia y la división incluso en el seno de la Iglesia, algunos aceptando las tesis copérnicas y otras rechazandola. La controversia llega a Roma, donde el cardenal Belarmino se ve obligado a intervenir de nuevo, así, el 12 de abril de 1612 escribe una carta a otro cardenal donde condena sin equívocos la tesis heliocéntrica en ausencia de una refutación concluyente del sistema geocéntrico, basando sus razonamientos en que la autoridad de la Iglesia no ha bendecido ni aceptado esa enseñanza.

A consecuencia de esto Galileo es convocado el 16 de febrero de 1616 por el Santo Oficio para el examen de las proposiciones de censura. Es una catástrofe para él, pues esto paraliza gran parte de sus proyectos. La teoría copérnicana es condenada como "una insensatez, un absurdo en filosofía, y formalmente herética. Los escritos de Copérnico son incluidos en el Catalogo de Libros prohibidos, que había establecido el concilio de Trento, siendo la censura ratificada por la Inquisición y por el papa Pablo V. A Galileo se le impone un silencio y se le obliga a no difundir sus ideas.

En ese contexto es como, se pide a Galileo que exponga su tesis presentándola como una hipótesis y no como un hecho comprobado, pero puesto que el tenía evidencias claras y contundentes, no podía negar esa realidad, no hizo caso al bienintencionado consejo e insistió en sus razones. Eso hizo que toda la Iglesia se echara encima de Galileo, solo encontró apoyos en las fronteras protestantes. Por ejemplo en 1622, en Francfort, aparece una Apología de Galileo redactada por Tommaso Campanella. Un defensor que más que defenderle le perjudicaba, puesto que Campanella ya está condenado por herejía.

Pero un cambio de papa suaviza las cosas para el vituperado astrónomo, pues el 6 de agosto de 1622, el cardenal Mafeo Barberini es elegido Papa bajo el nombre de Urbano VIII.  Este papa, famoso por su apetito guerrero, llegando incluso a montar una fabirca de Armas, parece no obstente guardar cierta simpatía por el cientifico. Tal fue así que el 3 de febrero de 1623 Galileo recibe la autorización para publicar su Saggiatore que precisamente dedica al nuevo Papa. La obra aparece el 20 de octubre de 1623. Galileo se convierte de alguna manera en el representante de los círculos intelectuales romanos en rebelión contra el conformismo intelectual y científico impuesto por los jesuitas. Pasan los años y Galileo sigue sus trabajos y descubrimientos bajo la protección de Urbano VIII y del duque de Toscana Fernando II de Medicis, así en 1632 publica en Florencia su diálogo de los Massimi sistemi (Diálogo sobre los principales sistemas del mundo), donde deja en ridículo las teorías del geocentrismo de Ptolomeo. El Diálogo es a la vez una revolución y un verdadero escándalo, abiertamente pro-copérnicano.

Pero Galileo tenía en Roma poderosos enemigos, fundamentalmente entre los jesuitas del Colegio Romano, especialmente Christopher Steiner y Orazio Grascci, quienes se consideraban la rama intelectual de la Iglesia, y estos bien pudieron ser quienes iniciaron el rumor de que el Papa Urbano era, en realidad, el simpático pero poco brillante Simplicio en la obra de Galilei. Esto fue muy perjudicial para Galileo, pues en Roma era muy conocida la enorme autoestima del Papa. Por otro lado, tampoco ayudó a Galileo el escribir su citada obra en lengua común, en vez de hacerlo en Latín utilizado entonces entre los hombres de ciencia, pues a la Iglesia no le gustaba que las obras llegaran directamente la gente común.

Así de nuevo se vio frente a la inquisición, el proceso fue irregular, pues a pesar de que el libro había pasado el filtro de los censores, se le acusaba de introducir doctrinas heréticas. Pero no se le podía acusar por su escrito, ya que esto dejaba en mal lugar a dichos censores, la acusación oficial por ello fue de violar la prohibición de 1616.

Para aquellas fechas Galileo estaba sumamente enfermo y agotado, contaba ya con 68 años, por lo que se demoró en acudir, además de que en esos momentos existía una epidemia de peste en Italia. Aunque presentó certificados médicos alegando estas circunstancias, a finales de diciembre de 1632 fue conminado a acudir inmediatamente de grado o por fuerza. Que no era voluntad suya el retrasar el viaje lo prueba el que, debido a la peste, fuera retenido por espacio de 42 días para abandonar la Toscana. Por otra parte, el trato recibido durante el proceso fue correcto, alojado en las habitaciones del palacio de la Inquisición, y recibiendo todas las atenciones que necesitaba, si bien no fue ningún trato especial distinto al resto de otras personalidades importantes y personas de su condición.

El proceso comenzó con un interrogatorio el 9 de abril de 1633, donde Galileo no reconoce haber recibido expresamente ninguna orden del cardenal Belarmino. Por otra parte, dicha orden aparece en un acta que no estaba firmada ni por el cardenal ni por el propio Galileo. Con pruebas endebles es difícil realizar una condena, por lo que es conminado a confesar, con amenazas de tortura si no lo hace y promesas de un trato benevolente en caso contrario. Galileo acepta confesar, lo que lleva a cabo en una comparecencia ante el tribunal el 30 de abril. Una vez obtenida la confesión, se produce la condena el 21 de junio. Al día siguiente, en el convento romano de Santa María Sopra Minerva, le es leída la sentencia, donde se le condena a prisión perpetua, y se le conmina a abjurar de sus ideas, cosa que hace seguidamente. Aunque según cuenta la tradición fue tras esa retractación cuando dijo la famosa frase : Eppur si muove, que traducido dice : ¡Y sin embargo se mueve!, aunque no hay prueba confirmada de que esto lo haya dicho delante del tribunal, salvo que lo haya hecho en voz baja, pues aquel tribunal inquisitorial, no toleraría tal puntualización, ni siquiera tratándose de un anciano. Tras la abjuración el Papa conmuta la prisión por arresto domiciliario de por vida.

La noticia de aquella sentencia se esparce por toda Europa y no deja indiferente, algunos filósofos entre ellos Descartes, critican la decisión y la consideran como una confabulación malvada de los jesuitas, en parte tenía razón, pues fueron los más enérgicos en rechazar las tesis copérnicas. Así, por causa de una errónea aplicación de las escrituras, se le hizo gran daño no solo a la ciencia, sino a la propia Biblia, pues siglos después, la alta critica, utilizó las mismos argumentos o textos bíblicos que la Iglesia usó para atacar la teoría copérnica, pero esta vez para atacar injustamente la veracidad o confiabilidad de las escrituras en materia científica.

Algunos escritores de la actualidad como el famoso Dan Brown, insinúa que Galileo perteneció a los illuminatis, algo sin ningún fundamento histórico, pues el celebre astrónomo, murió en 1642, mas de 130 años antes de la fundación del movimiento de Adam Weishaupt. Y el jamás quiso abandonar su religión, por la que estuvo dispuesto a abjurar de sus propias convicciones para no ser excomulgado o martirizado.

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