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ISBN OC : 978-84-9981-705-7
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La Metafísica Cristiana, el neo gnosticismo y la Teosofía: Su influencia en el cristianismo del siglo XIX y XX

       Desde finales del siglo XIX, se dio impulso a otra búsqueda, que intenta ir más allá de la que el cristianismo ha ido buscando. Algunos estudiosos incorporaron preceptos cristianos y los mezclaron con otras tendencias o pensamientos más relacionados con la metafísica, la filosofía, la teosofía y una especie de nuevo gnosticismo que renace diecinueve siglos después que Ireneo de Lyon los condenara en sus escritos. 

        Vamos a intentar desgranar en qué consisten estos términos y la influencia que han tenido estos pensamientos en diferentes movimientos cristianos actuales, surgidos en los últimos siglos. Para definir de lo que es la Metafísica, tendríamos que irnos a la antigua Grecia y consultar a los sabios filósofos griegos como Andrónico de Rodas del siglo I AC, el primero en utilizar el término para nominar a una colección de escritos de Aristóteles, que en la mayoría de los casos no se trataba de escritos oficiales de este sino apuntes sobre cuestiones que él no entendía, pues iban más allá de las leyes físicas en las que le basaba sus ideas. Por ello el nombre griego “meta” = más allá y Fisiké = física, es decir algo más allá de la física. Y esto es así porque la metafísica pregunta por los fundamentos últimos del mundo y de todo lo existente. Su objetivo es lograr una comprensión teórica del mundo y de los principios últimos generales más elementales de lo que hay, porque tiene como fin conocer la verdad más profunda de las cosas, la metafísica cuestiona por qué las cosas son lo que son; y, aún más, por qué son. No sólo se pregunta entonces por lo que hay, sino también por qué hay algo. Además aspira a encontrar las características más elementales de todo lo que existe: la cuestión planteada es si hay características tales que se le puedan atribuir a todo lo que es y si con ello pueden establecerse ciertas propiedades del ser. Algunos de los conceptos principales de la metafísica son: ser, nada, existencia, esencia, mundo, espacio, tiempo, mente, Dios, libertad, cambio, causalidad y fin. 

 La influencia de ese pensamiento en el cristianismo estaba vigente en el cristianismo gnóstico del siglo II y algo en el maniqueísmo del III, algunos conceptos se pueden encontrar en los movimientos surgidos por la escuela cristiana de Alejandría, con Clemente, Orígenes y otros que utilizaron la filosofía y los términos griegos para explicar el cristianismo y a Dios. Luego esto derivó en los eremitas de oriente, los llamados cenobitas organizados por Pancomio en el siglo IV, que utilizaban la filosofía griega no como un fin, sino como un instrumento que les servía para sus especulaciones teológicas. Pero durante muchos siglos la ideología o el método decayeron. En la baja Edad Media la metafísica llegó a ser considerada la reina de las ciencias por Tomás de Aquino. El se propuso la tarea de conciliar la tradición de la Filosofía Antigua con la doctrina religiosa.

      Con base en el Neoplatonismo tardío, la metafísica medieval se propone reconocer a Dios a partir de la razón pura. Los temas centrales de la metafísica medieval son la diferencia entre el ser terrenal y el ser celestial, la definición del alma y las pruebas de la existencia de Dios. Dios es el fundamento absoluto del mundo, del cual no se puede dudar. Se discute si Dios ha creado el mundo de la nada y si es posible acceder a su conocimiento a través de la razón o sólo a través de la fe. Pero en el Renacimiento, con la irrupción de filósofos racionalistas como Immanuel Kant, Descartes y otros, la idea de la metafísica cambia hacia una dirección opuesta, pues como Kant decía, el conocimiento científico depende siempre de la experiencia, por lo tanto el hombre no puede emitir juicios sobre cosas que no están dadas por las sensaciones, así no se puede discutir científicamente sobre «Dios», «alma», «universo», «todo», etc. Por ello Kant dedujo que la metafísica tradicional no es posible, porque el ser humano no dispone de la facultad de formar un concepto basándose en la experiencia sensible de lo espiritual, que es la única que permitiría la verificación de las hipótesis metafísicas. 

       Llegado al siglo XIX, al mismo tiempo que surgía una nueva explosión de nuevos movimientos cristianos y su extensión a campos misionales, durante el periodo que definimos como la de los muchos que discurrirían, también surgía la alta critica, el ateísmo filosófico con Nietzsche a la cabeza y el ateísmo científico, al que Darwin con su libro "El origen de las especies" convirtió en una corriente de pensamiento y en el nuevo camino a seguir por la ciencia. Fue la ruptura definitiva entre ciencia y religión, y pocos puntos en común se han podido dar desde entonces. Pese a que en definitiva, a Darwin lo movía la idea de explicar el origen de todo, de dónde venimos y hacia dónde vamos, las mismas cuestiones que debe buscar y explicar el cristianismo. 

      Por alguna razón algunos movimientos religiosos de ese mismo siglo, empezaron a ahondar en el concepto de Dios, como algo más allá de lo que la Biblia explica, surgieron a raíz de intentar mezclar conceptos de la filosofía hinduista y budista, que en aquel tiempo se empezaron a poner de moda, con conceptos cristianos de un Dios único. A algunos esto le llevó a crear definiciones de Dios tan ambiguas y confusas, como que todos somos parte de Dios, o hablan de un dios interior, o de Dios como un principio de bondad, amor o alguna otra cualidad innata en el hombre, alejándose de la idea de un ser supremo. Veremos varios movimientos filosóficos que se fundamentan en esos conceptos y los desarrollan para formar movimientos pseudoreligisos, en algunos casos incluso pseudocristianos. Después de este brevísimo repaso sobre la idea de lo metafísico, es decir lo que está más allá de la ciencia empírica, y que en términos cristianos sería el equivalente a la definición de Dios más allá de las escrituras. 

     Ahora vamos a ver otro concepto que se ha introducido en la ideología cristiana que ha infectado a muchos otros, es el neo-gnosticismo. Aunque algunas ideas de los antiguos movimientos gnósticos del siglo II, habían pasado a otros sistemas religiosos, tales como el maniqueísmo, el islamismo, y más lejanamente a través de los marcionistas y mesalianos, llegó hasta bogomilos y cátaros, sin embargo, gran parte de los escritos gnósticos permanecieron escondidos por siglos, casi perdidos. Solo a partir del siglo XVIII, cuando algunos coleccionistas de antigüedades, los fueron consiguiendo en sus visitas a las tierras árabes del imperio Otomano. Allí en los desiertos, antes habitados por eremitas de diferentes tendencias, que mal Vivian en monasterios que con el paso del tiempo fueron desapareciendo. Y no porque el islamismo de la edad media quisiera destruirlos, sino por su propio aislamiento, porque ya no se nutrían de cristianos a los que captar, por encontrarse en territorio islámico y por otro lado su actitud célibe y asceta le impedía extenderse de otras maneras, terminaron por extinguirse y con ellos su legado quedó enterrado en las arenas del desierto, en cuevas y en ruinosos monasterios. Sus escritos, cuidadosamente guardados, permanecieron ocultos, hasta que a veces las casualidades, la curiosidad de algún beduino los busca tesoros o simplemente por accidente fueron apareciendo. 

      Se sabe por ejemplo que en 1769, el famoso explorador y geógrafo escocés James Bruce de Kinnaird, compró unos pergaminos en el Alto Egipto entre los que se encontraban varios manuscritos sobre el alma, otro titulado “El libro de Ieos, y algunos himnos, a estos textos se le conoció como el Códice Bruce. En 1842 fue donado a la Biblioteca Bodleian en Oxford, Inglaterra. En algún momento antes de 1785, el Museo Británico compró a los herederos del Dr. Askew el Código Askew, más conocido como Pistis Sophia. En 1851, M. G. Schwartze publicó el texto original en latín y su traducción al inglés realizado por la Comisión del Codex Askew. En 1896 se descubrió el Berlín Códex, conocido también como Codex Akhmim, escrito en idioma copto. En el siglo XIX empezaron a publicarse estudios populares que hacían uso de materiales originales recientemente redescubiertos. 

        Fue precisamente el redescubrimiento de esos escritos lo que llevó a muchos curiosos a investigarlos en búsqueda de otra verdad sobre Jesucristo. Esto coincidió con la reactivación de un movimiento religioso gnóstico en Francia. Por ejemplo, en otoño de 1890, un bibliotecario francés llamado Jules Doinel estableció oficialmente en París la Eglise Gnostique. Se dice se basó en sus propias «visiones», aunque en realidad rebuscó en hallazgos documentales de los cátaros, en el Evangelio de Juan y en la cosmología simoniaca y valentiniana. Doinel declaró que comenzaba la «era de la gnosis restaurada». Sin embargo, Doinel era un hombre que no tenía las ideas muy claras, pues también frecuentó la masonería, el judaísmo, incluso después de todo ello abrazó el catolicismo convencido por un antimasónico Leo Taxil, de que el gnosticismo y la masonería tenían como fin adorar al demonio. Puesto que los rituales litúrgicos que estableció Doinel se basaban en los rituales cátaros, era considerado en su época como algo demoniaco, a ello contribuyó el papa León XIII, quien dedicó algunas bulas a estas prácticas. Sin embargo, tras esa breve etapa como católico en 1900 Doinel volvió a su renovada iglesia gnóstica francesa. 

         Para 1945 se encontró un importante hallazgo que dio a conocer más sobre el movimiento gnóstico, se trataba de la biblioteca de Nag Hammadi. Esto aumentó considerablemente la cantidad de textos originales disponibles y dio lugar a una amplia difusión, para 1977 se había completado su traducción. Todo esto ha contribuido a que numerosos grupos religiosos y filosóficos intenten buscar caminos alternativos en las oscuras y confusas doctrinas y teorías gnósticas, con las abundantes contradicciones entre ellas, que mal entendidas fuera de su contexto original da lugar a mayor confusión si cabe. 

      Pero también en ese mismo siglo XIX, surgieron otros movimientos filosofico-religisoso que aparentemente nada tenían que ver con el cristianismo, sin embargo en sus escritos hace referencia a Dios, al espíritu y a Cristo, pero lo intentan dar con una noción totalmente orientalista. Así surgieron movimientos de signo hinduista y budista, pero con rasgos claramente espiritistas, en este rango podemos encontrar la Teosofía que afirma buscar la iluminación en los llamados maestros ocultos. En el siglo XIX, surge la escuela teosófica de Madame Blavatsky, con su libro Doctrina Secreta. Eso dio lugar con el tiempo a ciertos grupos de estudio basados en la astrología y el ocultismo, que más adelante dieron lugar a movimientos como la Nueva Acrópolis, Nueva Era, etc. 

        Ya en el siglo XX, en la línea orientalista, surgen grupos muy criticados como los Hare Chrisna, quienes para hacer accesible el hinduismo a los cristianos, crearon una ideología que mezcla la religión hindú con el cristianismo y con prácticas occidentales impropias del hinduismo ortodoxo, así como el uso del término Dios para referirse exclusivamente a Krisna y de “semidioses” para referirse a los demás dioses hindúes, o enseñando que Cristo es el hijo de Krisna. También en línea orientalista pero más al extremo tenemos al reverendo Sun-Myung Moon y su Iglesia para la unificación, un cristianismo con tintes confucionistas y espiritualistas orientales, que además acepta como profetas a Mahoma, Buda y a Cristo, con lo cual parece haber iniciado una especie de nuevo maniqueísmo. 

    Por esa misma época, iniciaron su andadura algunos movimientos pseudocientíficos, o que de alguna manera intentaban mezclar terminología aparentemente científica con filosofías y conceptos religiosos. Hemos dejado atrás el capitulo relacionado con la Ciencia Cristiana, que basa sus doctrinas en el poder de curación que se ejerce por el cambio de pensar y con el poder de la oración. Pero algunos de los que leyeron a la Sra. Mary Baker Eddy, fueron más allá y surgieron movimientos relacionados con el poder de la mente, como Unity, El Nuevo pensamiento, La ciencia de la Mente, y otros. 

        Ya a mitad del siglo XX, un filosofo humanista y escritor de ciencia ficción, llamado Lafayette R. Hubbard, quien de alguna manera también se sintió influido por este concepto, escribe un libro llamado “Dianética: El Poder del Pensamiento sobre el Cuerpo”, y con el tiempo desarrolló un modelo religioso en torno a ese y otros escritos, resultado en la Iglesia de la cienciología. Así a partir de ahora ahondaremos en estos movimientos que si bien están muy alejados del cristianismo convencional, han utilizado algunos de sus métodos de propagación o formas de enseñar, además de ser una influencia más en otros movimientos cristianos nuevos.

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